En días pasados, yo, Elías Arias Benavides, sacerdote, residente en la parroquia Nuestra Señora de las Mercedes, Grecia, después de haber trabajado 44 años con la institución denominada Iglesia católica, apostólica, romana, Temporalidades de la Iglesia Católica, Diócesis de Alajuela (Ticda), me dirigí al Departamento de Pensiones de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) para preguntar cuántas cuotas me faltaban para pensionarme.
El funcionario me respondió que no tenía ninguna cuota porque mis patronos que lo han sido en estas cuatro décadas (Mons. Enrique Bolaños Quesada (q.d.D.g), José Rafael Barquero Arce y Ángel San Casimiro Fernández) nunca habían pagado el seguro de IVM.
Le pregunté al funcionario que podía hacer para tener una pensión, y me respondió: “Trabajar otros 44 años y cotizar”. Le dije que me dejara conversarlo con el panteonero, a ver si me daba el permiso.
Después de esto, decidí escribir estas líneas, no porque a estas horas (casi al umbral de la esperanza) pueda obtener algún beneficio, sino pensando en los futuros sacerdotes, mis compañeros jóvenes, y en que no les vaya a pasar lo mismo.
Mi consejo es que se salgan del régimen actual, y si la parroquia es tan pobre como para que no les pueda pagar el seguro (tal y como se le paga al jardinero, a la cocinera, etc.) realicen un bingo, alguna subasta, rifa o colecta, para pagarse un seguro de acuerdo con su dignidad de sacerdotes.
De lo contrario, les pasará lo que me pasó a mí: cuando joven, pensé que nunca sería viejo… Espero que no pasen por lo mismo.
Desprotegidos. Nosotros, los clérigos de misa, no tenemos un hogar de ancianos para sacerdotes, ni pensión de la CCSS.
Y, ciertamente, el subsidio que recibimos de los servicios pastorales apenas alcanzará para comprar las medicinas que la Seguridad Social no brinda.
Les recuerdo a los responsables de esta lamentable situación que me afecta no solo a mí, sino a cientos de sacerdotes que están en el ejercicio, como afectó a otros que ya descansan en paz, que para que un pecado se perdone (en esta cuaresma) no solo hay que confesarlo, sino reparar tanto el daño material como el moral que ha causado (a no ser que la moral de la Iglesia haya cambiado en este aspecto).
Me informaron en la CCSS que desde hace un tiempo están pagando una “cuota seguro de pensiones”, pero sobre un sueldo de ¢131.000 (ciento treinta y un mil colones). ¡Imagínese cómo será el monto de esa pensión!
Si con estas letras he levantado algún falso testimonio, si he mentido, si he difamado a alguien, les ruego me lo hagan saber con toda caridad para pedir perdón públicamente y así reparar el daño que haya cometido.