Primero fue la revolución sanitaria de los siglos 19 y 20 para que, poco después, hiciera eclosión la revolución de las ciencias médicas, cuyo arrollador avance no ha cesado un solo día, como si se tratara de progresar en el siglo 21, con prisa y sin pausa, para controlar las enfermedades crónicas, el envejecimiento y los trastornos mentales.
En todo el mundo, millones de personas están vivas gracias a esta portentosa medicina moderna, y muchos millones más disfrutan de una mejor calidad de vida y de un envejecimiento digno. Pero ¿qué es lo que caracteriza a esta ciencia en el siglo 21 y a qué se debe su constante renovación?
Lo explicaremos brevemente.
Medicina por evidencia. Todo se inició en el siglo pasado, cuando la medicina comenzó a mutar de arte a ciencia y, posteriormente, cuando se desarrolló el concepto de “medicina por evidencia”, el cual tiene unos 25 años de antigüedad. Este concepto es fundamental y significa que tanto los diagnósticos como los tratamientos deben estar basados en datos ciertos, como, por ejemplo, resultados de laboratorio muy específicos –incluyendo cultivo de virus y bacterias con pruebas de sensibilidad a los antimicrobianos–, imágenes obtenidas mediante radiografías, tomografía axial computarizada o resonancia magnética, además de otros procedimientos más sofisticados aún, y, desde luego, en biopsias o estudio de tejidos que, cada vez más, usan técnicas muy elaboradas para hacer diagnósticos sumamente precisos.
Estudios genéticos. En los últimos años se han agregado estudios genéticos complejos para clasificar las distintas enfermedades de manera más profunda, a fin de distinguir entre formas muy agresivas y otras con mejor pronóstico. Asimismo, los estudios genéticos hacen ahora posible que medicamentos de uso delicado se excluyan en ciertos pacientes a los cuales les podrían causar efectos tóxicos severos, por carecer de determinadas enzimas, y así se determine que son otros los fármacos que deben usarse en ese paciente, es decir, puede escogerse el mejor tratamiento y la dosis más apropiada, según el genoma del paciente (farmacogenética).
Así, pues, medicamentos cada vez más efectivos, instrumentos mucho más precisos para el diagnóstico y técnicas quirúrgicas espectaculares y miniinvasivas, que utilizan pruebas de simulación, GPS (sistema de posicionamiento global) y robots, son algunas de las características de la medicina de hoy.
Avance científico y tecnológico. Ahora bien, todo este progreso es consecuencia del desarrollo científico y tecnológico tanto a un nivel básico como biomédico. Hace pocos meses, me referí en esta misma página a las prodigiosas curaciones del cáncer en niños logradas en el Hospital de Niños San Judas, en los Estados Unidos de América, gracias a las decenas de miles de investigaciones biomédicas que ahí se han llevado a cabo, y cuyo resultado ha sido salvar a niños con enfermedades catastróficas procedentes de Norteamérica, pero también de muchos otros países.
Para quien desconoce la organización de un centro médico avanzado, no existe relación entre investigación científica y calidad de la atención medica, pero lo cierto es que hay una estrecha relación: la investigación biomédica es la principal fuerza que mejora la atención a los pacientes por medio de protocolos de trabajo, códigos de ética y un ambiente de seriedad académica para la renovación permanente inducida.
Medicina hospitalaria. Al terminar, debo recordar que la medicina hospitalaria, por importante que sea, necesita que se desarrollen paralelamente la atención primaria, que es donde se promueve la salud, previene la enfermedad y se resuelven la mayoría de las necesidades de atención que requieren los costarricenses, y se reinvente la salud pública, que es responsabilidad del Ministerio de Salud, y desde donde, con intervenciones apropiadas, se deben evitar calamidades como, por ejemplo, el dengue. Para ello, el Ministerio cuenta con la poderosa Ley General de Salud. Además, es indispensable ir hacia un Sistema de Atención Médica Mixto (público-privado) para resolver los problemas cotidianos de citas a largo plazo y eternas listas de espera para cirugías humanamente impostergables.
Posiciones primitivas. Si queremos reducir la brecha que nos separa de los países más desarrollados, debemos hacer un esfuerzo descomunal y cambiar las posiciones primitivas que siguen exhibiendo nuestras instituciones de salud. Por ejemplo, ¿cómo es posible que aún no tengamos el expediente electrónico universal o suficientes médicos de familia para modernizar la atención primaria, cuando desde hace unos diez años han surgido seis especialidades nuevas para exclusivamente la atención ambulatoria o en el hogar? Y, en el caso de las enfermeras, también llegó la hora de las especialidades, y en los hospitales modernos llevan a cabo funciones que en el pasado se reservaron únicamente a los médicos.
¿Es acaso que nadie se da cuenta de los cambios vertiginosos que está experimentando el mundo?