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La humilde nobleza de Elie Wiesel

Nada debe distraernos de la tarea sagrada de salvar cuanto podamos de memoria y esperanza

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PARÍS – La historia comienza en un mundo que ya no existe, en las fronteras de Rutenia, Bucovina y Galitzia, lugares olvidados que fueron la gloria del imperio de los Habsburgos y del judaísmo europeo. Setenta años después, todo lo que queda de ese mundo es palacios en ruinas, iglesias barrocas vacías y sinagogas arrasadas que nunca se reconstruyeron. Y ahora se quedó sin uno de sus últimos testigos: Elie Wiesel.








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