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La guerra nuestra de cada día

Y, como en toda batalla, que parece nunca acabar, hay “muertos” por todas partes

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Cada mañana me levanto, me alisto y me voy a la guerra. De hecho, suelo ir dos veces diarias, una de ida al trabajo y otra de vuelta. Es una guerra encarnizada y despiadada, llena de momentos de crueldad y venganza, así como de escasos y fugaces episodios de galantería y heroísmo.








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