A usted que me lee, permítame convencerlo de que el título de este artículo es la síntesis de una realidad irrefutable a la que se enfrentan nuestras pequeñas y medianas empresas. Si bien cada vez son más las voces que certifican que lo peor de la crisis ha pasado y que la economía costarricense se alza tímidamente, lo cierto es que esto se debe a la inversión extranjera directa, que ha contribuido a un fuerte crecimiento de las exportaciones, y un incipiente repunte de la demanda interna. Ese repunte, poco o nada, tiene que ver con el camino que han recorrido y transitan nuestras pymes.
En apenas dos años, el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) corroboró que más de 30 mil emprendimientos desaparecieron en nuestro país, principalmente por la falta de financiamiento, poca utilización de la tecnología, y una raquítica política de innovación empresarial. Este último punto fue clave.
Hay excepciones, pero la regla general es que el nivel de innovación de nuestros emprendedores es mucho más bajo que el de regiones semejantes de Asia y Europa del este. En consecuencia, el crecimiento de la mayoría de nuestro sector empresarial es lento y también es menor su capacidad de generar empleos de calidad y de impulsar el desarrollo. Está claro que la clave de la superviviencia es la innovación enfocada en el mercado. Pero ¿cómo transformamos a nuestros empresarios en innovadores?
En este punto debemos hablar de ecosistemas de innovación. Estos los únicos que posibilitan un cambio sistemático porque la innovación es un proceso social que implica la relación y la colaboración entre hombres y mujeres con experiencias y horizontes distintos. Las innovaciones resultan del ensamblaje improbable de elementos, a menudo conocidos, que permiten poner a disposición de la sociedad productos, procesos o servicios nuevos o mejorados.
No hay otro camino porque ningún elemento de la ecuación podría lograrlo por sí solo. Si bien el Gobierno y los diputados pueden aliviar las presiones con propuestas e incentivos para las pymes, no es ahí donde reside la capacidad de crear los ecosistemas de trabajo: esto le toca a los emprendedores. Por ese motivo es que toma su tiempo, por la simple razón de que, por definición, los ecosistemas se comportan con la complejidad de un ser vivo.
Esfuerzo y pasión. Esto no significa que el papel de la administración pública sea irrelevante. Es claro que pueden ayudar desarrollando políticas oficiales de ayuda a la innovación si están orientadas a cubrir los fallos de mercado más que a dar subvenciones de riego por aspersión (muy poco a muchos).
Además el Estado puede ser una gran palanca de innovación si aplica la compra temprana favoreciendo en sus concursos públicos las soluciones innovadoras autóctonas (recuerde la palabra “autóctono”, porque es la clave del éxito).
Otra medida urgente es un cambio en los valores. Es imprescindible promover una cultura favorable al riesgo y poco penalizadora del fracaso; de lo contrario, no podremos gestar un ecosistema de innovación eficiente.
En este punto, jugará un papel primordial el sistema educativo, formal e informal, y la óptima dirección del Ministerio de Educación Pública.
El riesgo responsable y el fracaso rápido y barato son los pilares culturales de los ecosistemas de innovación. Además, hay que añadir el factor esfuerzo: la innovación siempre debe conjugarse con la voluntad y la pasión.
Al final, los ecosistemas de innovación deben tener como objetivo primordial impulsar la competitividad y la productividad de las pymes apoyando el desarrollo de invenciones en campos donde somos (o podríamos) ser líderes. Inclusive áreas como los servicios ambientales para favorecer la ecología en las industrias, el transporte, la logística y la gestión de los recursos naturales entre muchos nichos posibles.
Pero todo dependerá de usted. Una comunidad no se construye a base de “orgasmos mentales”, ni de leyes, ni de libros. Se constituye por medio del esfuerzo colectivo, del deseo por triunfar compartido, de la humildad y la confianza. Hay que dejar de ser empresarios, y convertirnos en innovadores.