El Nuevo Testamento fue escrito en griego y, dicen los entendidos, el idioma utilizado por Jesús y su familia fue el arameo. María, por tanto, no debe haber dicho en latín la instrucción que he citado. Sin embargo, la he indicado así porque me parece muy hermosa y, particularmente, porque fue con el latín (el idioma oficial del imperio romano, que luego pasó a ser también el idioma del saber y la ciencia) que el cristianismo se extendió a la velocidad del rayo por el mundo. Yeshua es el nombre con que Jesús quizá fue conocido por sus contemporáneos; el nombre de su madre quizá fue Miriam.
Pero volvamos al tema de fondo. Si bien un litro de vino contiene alrededor de un 85% de agua, producir el restante 15% solo echando agua en unas tinajas es considerado milagroso. Y tan bueno fue el vino resultante del milagro, que el maestresala (encargado del brindis), no sabiendo de donde provenía, felicitó al novio diciéndole: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”.
Simbolismo. El pasaje indica que Jesús participó de actividades humanas ordinarias (excepto del pecado) como cenas y matrimonios. La conversión de agua en vino no solo es un signo milagroso, sino que fue hecha con miras a la eucaristía, instituida en la última cena, cuando alzó la copa de vino y pidió a sus discípulos beber de ella, pues contenía su sangre, la de la alianza nueva y eterna con el género humano, que sería derramada por muchos para el perdón de los pecados.
El citado pasaje bíblico muestra, simbólicamente, que si confiamos en Jesús podemos tener soluciones en momentos de crisis, pero, para ello, procede invitarlo a nuestras reuniones y participarlo de nuestros proyectos, como hicieron los organizadores de la boda de Caná.
También destaca el papel principalísimo de la Virgen María en la vida de Jesús. Y cuando muchos le imploran “ruega por nosotros” lo hacen porque confían en que ella constituye una vía muy propicia, como mediadora, para llegar al Señor Jesucristo.
Y, por supuesto, el “haced lo que él os diga” no se refiere solo a echar agua en unas tinajas de piedra, sino a seguir su mandato (por difícil que a veces nos resulte hacerlo) en todas las acciones de nuestra vida.
El autor es economista.