La deliberación y el diálogo político son componentes básicos en los procesos de toma de decisión. Nos encontramos ante una coyuntura donde la articulación de propuestas son la clave para fortalecer nuestro pacto social.
La articulación de propuestas para enfrentar la crisis es un reto para el país en momentos cuando se necesita fortalecer el liderazgo político. Este es el principal desafío al que nos enfrentamos como sociedad: ¿Cómo crear un diálogo político y social capaz de engendrar o fortalecer un contrato o pacto social que vigorice nuestra democracia?
A pesar de que el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) captó, en su más reciente encuesta (abril del 2020), un repunte del gobierno en la aprobación de los costarricenses del 22 % al 65 %, el mismo estudio reconoce la tendencia histórica de que en momentos de crisis aumenta el apoyo ciudadano hacia los gobernantes de turno.
No es casualidad, entonces, que, en el contexto actual, las instituciones mejor evaluadas en ese estudio sean el Ministerio de Salud y la Caja Costarricense de Seguro Social, lo cual está directamente relacionado con la principal preocupación de los costarricenses: la pandemia.
Pero no nos engañemos, la encuesta también registró que para el 27 % de los costarricenses su principal preocupación es el desempleo y para el 15 %, la situación económica y el costo de vida.
Aquí es donde el gobierno se enfrenta a su talón de Aquiles y donde es fundamental que capitalice esa efervescente legitimidad para impulsar un diálogo con base en una escucha activa de propuestas de diferentes sectores y visiones sociales, políticas y económicas.
Del famoso mito de unidad que cimentó los inicios de esta administración, solo quedan discursos que no han logrado sostenerse con hechos y, mucho menos, integrar las fuerzas políticas para generar los consensos que tanto se prometieron en campaña.
La confianza y la legitimidad son dos activos fundamentales del liderazgo político y del pacto social que, en momento de crisis, como esta pandemia, deben ser gestionados de manera estratégica para garantizar una deliberación y un diálogo a la altura de los retos que se enfrentan.
Circo en el Congreso. Sin ahondar en los liderazgos políticos emergentes, ¿está siendo el gobierno capaz de articular ese capital político?
Esta semana las manifestaciones en la Asamblea Legislativa de las autoridades políticas locales y la indiferencia o falta de seguimiento de las propuestas hechas por las cámaras empresariales transmiten un mensaje muy negativo sobre la voluntad política real y la respuesta del tipo de liderazgo que requiere el país en época de crisis.
Se ha perdido el foco de la discusión por dimes y diretes protagonizados en el Congreso y seguidos por intereses políticos que ya tienen su mirada en las elecciones del 2022. Estamos a las puertas de un proceso electoral, y ya empiezan a aflorar los matices ideológicos y las pasiones partidarias.
Es momento de hacer un alto en el camino. Lo que se inició hace dos años, tras un proceso electoral atípico que generó una gran fragmentación social, no puede seguir alimentándose con esa voracidad e intolerancia sociopolítica, y tampoco con discursos baratos ni con iniciativas de notables o mesas de diálogo de las cuales, como ciudadanos, nunca vemos más resultados que las conferencias presentándonos a los ilustres políticos que las conforman o los famosos informes que quedan engavetados. De hecho, aún estamos esperando el informe de la última comisión encomendada a Rodolfo Méndez Mata, creada tras el escandaloso fiasco de la Unidad Presidencial de Análisis de Datos (UPAD).
Siendo Costa Rica la democracia más sólida en Latinoamérica, debemos, en primer lugar, debatir abiertamente como sociedad, sin censura de un sector de la población, por cuestionar o fiscalizar procesos de toma decisión gubernamentales.
Es hora de desmantelar esa falacia de que todo el que cuestiona es un traidor, inconsciente, irresponsable e incapaz de ver la magnitud de la situación o de reconocer los esfuerzos ciudadanos por paliar los efectos de la pandemia.
Fragmentación social. El mito de la unidad, que tanto ha manoseado el gobierno, solo ha acentuado esa fragmentación social y ha generado una imposibilidad explícita de cuestionar públicamente las medidas que se han tomado y de interpelar la labor y gestión política. Esto como sociedad, tenemos que denunciarlo y corregirlo.
De esa unidad que tanto se han vanagloriado, solo podemos rescatar las figuras políticas de otros partidos que le acompañaron al principio de la administración y que, por cierto, al separarse del gabinete crearon una gran fisura en el sector económico.
En segundo lugar, como sociedad debemos demandar transparencia y rendición de cuentas. Las autoridades políticas del país están llamadas a explicar a la ciudadanía cómo se están priorizando los recursos del Estado de manera eficiente; y para ello también necesitamos una prensa crítica, capaz de interpelar y cuestionar la gestión gubernamental y alerta ante toda coacción que atente contra la libertad de información.
Es hora de exigir a nuestro mandatario algo de coherencia entre lo que ha dicho y lo que ha hecho: nos prometió en campaña electoral un gobierno de consenso; es su oportunidad de demostrar esa unidad nacional que tanto ha pregonado, facilitando y liderando la integración y el debate de perspectivas y enfoques de diferentes sectores sociales.
La deliberación y el diálogo son componentes básicos en procesos de toma de decisión, si se quiere fortalecer la democracia, por eso es fundamental que se articulen las propuestas para mitigar el impacto social y económico de la pandemia, y, sobre todo, socializar un diálogo político entre los sectores para generar más confianza y robustecer nuestro pacto social.
framirez@daletcomunicacion.com
La autora es consultora internacional en comunicación política.