La reforma del Estado emprendida en la década de los ochenta, para paliar la grave crisis económica de 1980-1981, ha sido estudiada con tino por varios investigadores, quienes han mostrado las principales transformaciones que se experimentaron y algunas de las vías institucionales seguidas para hacerlo.
Muy poco, en cambio, se ha escrito sobre el pensamiento económico costarricense que motivó esa reforma y las personas que la pusieron en práctica. A menudo, lamentablemente, los análisis caen en lugares comunes o, peor, en argumentos ad hominem que parten de la idea de que todo fue imposición del Fondo Monetario Internacional (FMI) o del Banco Mundial (BM).
Pero en aquel momento, varios economistas, algunos por primera vez, tuvieron espacio político para aportar sus conocimientos y recomendar soluciones. Ese fue el caso de Alberto Di Mare, Miguel Ángel Rodríguez, Víctor Hugo Céspedes, Thelmo Vargas, Ronulfo Jiménez, Claudio González, Jorge Corrales, Edna Camacho y Eduardo Lizano Fait.
Sorbona boy. Aunque tan temprano como en 1981 comenzó la acusación contra algunos de esos economistas de ser Chicago boys —seguidores ciegos de Milton Friedman—, Lizano era un economista muy inteligente que había estudiado en Europa y se había graduado en dos universidades de prestigio mundial: la London School of Economics and Political Science y Sorbona. Lizano desempeñó uno de los papeles más relevantes en la reforma de aquel periodo, al frente del Banco Central de Costa Rica (BCCR) de 1984 a 1990.
Desde allí, negoció con el FMI las condiciones para un préstamo necesario para el rescate de la economía nacional. Con su guía, el BCCR se convirtió en líder del proceso de reestructuración del Estado. Ese liderazgo ocurrió no sin problemas, en un contexto a veces tenso. Estudiar el pensamiento de Lizano permite visualizar a un actor como él y discernir si tuvo margen de maniobra ante los organismos internacionales o no.
PAE. El 28 de julio de 1988, en el marco del cuadragésimo aniversario de la fundación de la Cámara de Industrias de Costa Rica, Lizano explicó de qué se trataba un Programa de Ajuste Estructural (PAE). Según él, en un país pobre como Costa Rica, un PAE era necesario para juzgar con detenimiento la manera como se asignaban los medios de producción, debido a su escasez y precariedad.
Para este economista, con el tiempo, se fueron “acumulando obstáculos a granel”, los cuales dificultaban el uso de esos medios, por lo que pensaba que las distorsiones generadas por los intereses de grupos de presión reducían “las posibilidades de desarrollo económico y de progreso social del país”.
Contrario a los reduccionismos, Lizano sabía que las transformaciones originadas por las políticas de ajuste tendrían costos y generaban oposición. Esa “franca oposición”, como la llamó, era el resultado de los cambios que involucraba el PAE para “ciertos grupos empresariales, políticos, burocráticos y sindicales”.
Pensador. El mundo de la oposición al PAE II era muy complejo ya en 1989 cuando se aprobó; el PAE I, en cambio, había pasado sin mucho apuro unos años antes. Pero para los últimos días de 1988, Lizano entendía que la discusión sobre el ajuste despertaría conflictos, que para él eran inevitables, pero podían administrarse.
En el 2004, la Academia de Centroamérica publicó un voluminoso libro titulado Ensayos en honor a Eduardo Lizano Fait.
Hoy, cuando la década de los ochenta es objeto de interés para los historiadores, valdría la pena avanzar más en el estudio de su pensamiento y en el de quienes lo apoyaron y complementaron, pero también en el de quienes se le opusieron.
Con estudios así, es posible superar la idea de que la reforma del Estado fue netamente un producto del FMI y del BM y se podría determinar exactamente qué fue y cómo se construyó lo que se llamó “el neoliberalismo costarricense”.
El autor es historiador.