Profundas reflexiones de conocidos profesionales me impulsan a externar algunas ideas en torno a la caótica situación en la que nuestro país ha caído, sin que quienes reiteradamente lo señalamos unamos nuestras energías para esbozar propuestas a la clase política y a quienes administran bienes y programas del Estado.
No son solo la fealdad circundante —sobre todo en la capital— y la ausencia de coordinación entre instituciones y ministerios para que las obras no se deterioren ni choquen entre sí —lo cual deja, al final, un saldo de destrucción y suciedad—, sino también el desinterés y la ligereza con que se observa el desgaste que ha sufrido Costa Rica tanto en materias intangibles como en físicas, lo cual ha convertido la nación en una sociedad en retroceso.
Ejemplos sobran: acueductos, aceras, puentes, escuelas y hospitales saturados en mal estado; edificios patrimoniales mendigan recursos o están cerrados y llenos de telarañas; programas culturales sin impacto en el ciudadano; planes educativos y, especialmente, maestros que no tocan las fibras del estudiante ni los motivan a superarse; sentencias contrarias al respeto y la lógica, incluidas las emitidas contra los títulos universitarios para que el periodismo pueda ejercerlo cualquiera; fútiles discusiones en torno a la posibilidad de que la Corte se ilumine con banderas que representan a una minoría. En fin, instituciones desacreditadas a causa de la liviandad y ambición de unos pocos. ¿Cómo pedirle peras al olmo?
Aportes. Creo que la única forma de ayudar es diciendo presente y aportando lo que la experiencia nos ha enseñado a lo largo de las décadas: debemos contribuir a que Costa Rica se reinvente enfocándonos en los destellos que aún alumbran entre las sombras.
Unidos en la variedad, el respeto y la creatividad, armaríamos una estructura sencilla, pero firme, realista y ejecutable; una cadena solidaria que con fuerza moral resuene ante quienes se niegan a escuchar para que, finalmente, una vez vencidas las barreras del egoísmo, sirva de columna vertebral a nuestra resquebrajada sociedad.
¿Habrá alguien que pueda tomar la batuta y convocarnos a quienes compartimos lazos culturales y generacionales? ¿Una o varias personas que esbocen los primeros objetivos? ¿Gente que prefiera demostrar su valía con hechos y no malgastar su tiempo en interminables reuniones, trámites y palabrería?
Frente común. Creo que sí; y por encima de las diferencias, estarán siempre las semejanzas y los valores que nos unirán en un frente común en pro de esta querida y maltratada tierra.
Al pensarlo, se me ocurren nombres de figuras que han tenido, y todavía tienen, un liderazgo fundamental en diferentes áreas; voces sonoras forjadas al calor de los conocimientos, acciones, vivencias y sentimientos. De su pasión por la patria y la democracia. De su sinceridad en la expresión de sus fortalezas espirituales y profesionales.
Tal como lo señaló el prócer cubano José Martí: “Hacer es la mejor manera de decir”. Dondequiera que estén los líderes cívicos que menciono, los insto: ¡Brillen de nuevo! Llámennos: les responderemos.
La autora es periodista.