El economista John Maynard Keynes afirmó en 1930 que en el 2030 el problema de la producción estaría resuelto, pero se agudizaría el reto del empleo. En su ensayo “Posibilidades económicas de nuestros nietos”, Keynes centró el desafío del “desempleo tecnológico” en la capacidad social de encontrar nuevas ocupaciones para los trabajadores desplazados por el avance de la tecnología.
Más recientemente, el columnista de The New York Times Tom Friedman analizó la profunda transformación del trabajo. Expuso un mundo laboral “radicalmente abierto”, en el cual existen diferencias sustantivas entre “trabajar” y “tener un puesto”.
Para él, las empresas no son el único ecosistema que da vida al trabajo, surgen otras plataformas que conectan personas para dar y recibir servicios.
Con casi 90 años de distancia, Keynes y Friedman coinciden en la responsabilidad social de estudiar las mutaciones del trabajo y tomar las medidas necesarias para preparar adecuadamente la fuerza laboral para la adaptación. Faltan 11 años para ver si se cumplen las predicciones.
Al analizar el panorama del 2019, la brecha de productividad se ha reducido; no obstante, es más crítica la baja capacidad de articulación social para dimensionar el nuevo mundo del trabajo, perfilar los puestos del futuro y desarrollarlos de manera anticipada.
Desconexiones. La brecha entre la disponibilidad de la tecnología y el aprovechamiento social o valor recibido anunció el desfase décadas atrás. Las empresas realizaban sus primeras automatizaciones, pero las competencias y el aprendizaje técnico de las personas no mostraban un crecimiento proporcional. En una curva exponencial, la robótica y la inteligencia artificial (IA) fueron una disrupción en el trabajo, pero las personas no estaban preparadas.
La dimensión de la fisura generada se revela en los índices de desempleo: es tan amplia que parece obstaculizar el entendimiento del desafío y, con ello, la correcta visión del rumbo del país.
En esta línea, se han promovido propuestas de solución antiguas para un nuevo problema, entre ellas, medidas de reactivación económica simples y aisladas del epicentro del cambio: las capacidades requeridas para el nuevo mundo del trabajo.
Existe, además, una desconexión entre el proceso de digitalización y quienes lideran a las personas, tanto en la empresa como en la academia. La Encuesta de Tendencias de Recursos Humanos de Deloitte, del 2018, revela las diez prioridades de las empresas.
En el estudio, los líderes costarricenses ubican en un octavo lugar, al final de la lista, la capacidad para lograr la integración de personas a la robótica y la IA. En Costa Rica convergen sectores altamente vulnerables que concentran un importante mercado de trabajo por su número de plazas.
Las personas viven una desesperanza digital. Las aulas no parecen prepararlas para el futuro y un 67 % de las empresas indicó no poseer un plan de aprendizaje para la industria 4.0. Caótico, abrumador, confuso, son adjetivos utilizados por universitarios al analizar su futuro en el trabajo 4.0, durante algunos ejercicios exploratorios llevados a cabo por Deloitte en el país. El nivel de incertidumbre que estamos generando en los jóvenes no es justo para ellos ni sostenible para nuestra economía.
Visualizar el norte. Es preciso renovar el aprendizaje desde el aula de maternal hasta la empresa. Impulsar la enseñanza sistemática en el trabajo, que permita a la fuerza laboral actual reeducarse, renovarse y reenfocar las competencias.
Las universidades deben impulsar la educación híbrida, la ciencia, la tecnología, la matemática, la ingeniería, recorrer todas las profesiones, así como promover las habilidades esencialmente humanas, el aprendizaje emocional y las capacidades para emprender.
Las carreras del futuro estarán fundamentadas en habilidades y composición flexible de aprendizajes más que en profesiones cerradas.
El sistema dual de Alemania ofrece 350 programas de especialización en los cuales el 70 % del proceso se desarrolla en la empresa, por exploración. En el Programa K-12 de Filipinas, las asociaciones empresariales desempeñan un papel clave en la formación; gobierno e industria certifican y facilitan la transición hacia el empleo. Los centros de atención en Singapur fomentan el aprendizaje social y emocional.
La suma de las desesperanzas se traduce a corto plazo en una compleja crisis. Es clave entender el futuro del trabajo para dar capacidades a los jóvenes del presente, alinear las habilidades para impulsar el bienestar.
La autora es comunicadora.