Si como dicen popularmente nos ponemos las pilas y seguimos cuidando nuestra salud y la del resto de los ciudadanos, y, por supuesto, si Dios lo permite y la situación en que la epidemia causada por la covid 19 va pasando, los costarricenses tendremos que prepararnos con nuestras mejores galas, no solo para volver a vernos en calles, parques, montañas y playas, sino también para recibir la avalancha de turistas del mundo que desearán regresar o visitarnos por vez primera.
Nuestro país, que en pocos meses cumplirá 200 años de vida democrática, es realmente la joya del mundo.
Bella por su geografía, microclimas, flora y fauna, nuestra nación no es solo un abanico multicolor formado por playas, bosques y pueblos; es fundamentalmente un crisol de culturas, razas, creatividad, inteligencia, alegría y empuje.
Sus gentes, dicharacheras y hospitalarias, han desarrollado una enorme capacidad para reinventarse —en crisis de toda índole— y mirar adelante con fe y esperanza.
El potencial humano que posee nuestra nación es enorme. Y aunque sabemos que lo que muchos llaman “fuga de talentos” es una realidad con la cual la sociedad ha tenido que lidiar, sobre todo en el campo político, en estos meses, cuando la situación ha sido crítica —en particular para poblaciones de Europa, América del Sur y Estados Unidos—, en lo interno de nuestra casa han surgido nuevas figuras, cuyos conocimientos, principios, modales y tesón motivan a grandes conglomerados.
Tengamos confianza en que, leyendo el signo de los tiempos, también los economistas sociales presentarán oportunamente opciones justas y viables para paliar el impacto financiero y las pérdidas materiales que la pandemia ha originado. Es el momento idóneo de estrechar brechas, no de profundizarlas.
Por supuesto que desde tiempos remotos, en casa hemos tenido problemas: malos gobiernos, pobreza, delincuencia… Pero ante la adversidad, la probada capacidad del costarricense que dice “¡presente!” nos ha ayudado a salir avante.
Si a lo largo de la historia hemos recibido variados calificativos, muchos de ellos no tan alentadores, la realidad es que los costarricenses del siglo XXI somos personas solidarias, animosas, trabajadoras y fuertes.
Brillamos con luz propia, con ese resplandor que, en tardes calurosas o días de lluvia, emana de las manos que siembran, que exportan, que construyen, que sanan, que se tienden al ciudadano extranjero —venga de donde venga— como puente hacia una vida mejor.
Somos la joya del mundo, herederos orgullosos de legados ancestrales. Costa Rica, abanderada de la libertad, de la seguridad social, de la igualdad, de la paz…
En ningún otro rincón del planeta encontraremos un sitio mejor que en el corazón de este hogar.
Como diría José Figueres Ferrer, fundador de la Segunda República: “Somos sostenedores definidos del ideal de un nuevo mundo en América”. El tiempo es ahora.
artilesadri@gmail.com
La autora es periodista.