La encíclica sobre cambio climático de Su Santidad, el papa Francisco, que se espera sea anunciada en junio, marcará un nuevo comienzo para nuestro planeta.
El documento, dirigido a los 1.200 millones de católicos, pero relevante para muchas más personas en el mundo, muy probablemente destacará nuestra obligación moral de proteger al medioambiente, a las personas más vulnerables al cambio climático y a las futuras generaciones.
El anuncio del papa podría ser tan importante como la encíclica del papa León XIII en 1891 que impulsó los derechos laborales de los trabajadores y la creación de sindicatos. En otras palabras, la encíclica tiene el poder de influir en la forma en que millones de personas perciben el cambio climático.
Antes de este histórico anuncio, el 20 de mayo tuve la oportunidad de viajar a Roma donde tuve el honor de ser recibido por Su Santidad y de participar en un foro que reunió a líderes empresariales, gubernamentales y altos funcionarios del Vaticano. El objetivo de la visita era apoyar al Vaticano en sus esfuerzos para convencer a las grandes empresas para que escuchen con el corazón abierto el mensaje de Su Santidad, el papa Francisco.
Sin duda, es en el propio interés de las empresas, al igual que de los Gobiernos, escuchar este mensaje y unirse a la lucha contra el cambio climático.
Es importante que el sector productivo comprenda que actuar contra el calentamiento global, además de ser bueno para el planeta, también puede generarles beneficios económicos concretos. Existen oportunidades de negocio enormes para las empresas que apuesten por un modelo de crecimiento bajo en carbono, al reducir costos e ingresar a las nuevas industrias verdes. Las empresas pioneras pueden resultar particularmente beneficiadas.
La multinacional Unilever, por ejemplo, anunció recientemente que sus marcas de productos sustentables crecieron dos veces más rápido que las demás y representaron el 50% de su crecimiento el año pasado. Los gigantes Apple y Google, por otro lado, están invirtiendo millones de dólares en proyectos de energía renovable, y aprovechan los costos cada vez más bajos de la energía solar y eólica.
Cada vez más empresas están intentando generar cero emisiones netas a largo plazo. Una cuarta parte de las 200 empresas más grandes del mundo ya se han propuesto reducir su intensidad de uso de carbono un 6% o más cada año.
La lucha contra el cambio climático también esta recibiendo el apoyo de muchos países. Por ejemplo, el gobierno de la India se ha planteado el objetivo de expandir la generación de energía renovable de manera sustancial, lo que, en caso de hacerse efectivo, representaría un cambio sin precedentes al proveer de electricidad limpia a 300 millones de personas que actualmente no tienen este servicio.
En América Latina, México fue el primer país emergente en aprobar una ley de cambio climático hace tres años con el propósito de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 30% para el 2020, mientras que Uruguay se ha propuesto que un 90% de su electricidad provenga de fuentes renovables este año.
Estas medidas reducirían los daños económicos y sociales producidos por la contaminación así como la necesidad de importar combustibles fósiles caros.
La vida de miles de millones de personas en el mundo, sobre todo de familias pobres, depende de que las empresas y Gobiernos trabajen juntos para luchar contra el cambio climático e impulsen una transición hacia un futuro bajo en carbono.
Afortunadamente, en algunos lugares ya empiezan a apreciarse cambios. Los campesinos en las regiones de Maradi y Zinder en Níger, por ejemplo, están usando nuevas técnicas agroforestales para producir 100 kilogramos más de grano por hectárea. Ya son un millón de familias beneficiadas y cada una de ellas aumentó sus ingresos en más de $1.000 al año gracias a estas nuevas técnicas. Es decir, se han duplicado sus ingresos reales al mismo tiempo que se capturan entre 1,6 y 10 toneladas de dióxido de carbono por hectárea.
Como demuestra la Comisión Global sobre la Economía y el Clima que presido, el crecimiento económico y las acciones contra el cambio climático son absolutamente compatibles.
En un informe que publicaremos en junio, la Comisión Global planteará una serie de propuestas concretas para reducir aún más emisiones, mediante la cooperación internacional entre empresas y países.
Ya no hay excusa para no actuar. Perder esta oportunidad tendría consecuencias desastrosas. Cualquier mínimo aumento de las temperaturas globales podría reducir sustancialmente las cosechas, sobre todo en las regiones intertropicales, lo que generaría escasez de agua y condenaría a millones de personas a una pobreza extrema.
Por todo ello, la intervención de su Santidad, el papa Francisco, es fundamental. Somos la última generación que puede prevenir las peores consecuencias del cambio climático: inundaciones, sequías más prolongadas y huracanes más intensos que afectan sobre todo a los más pobres en América Latina y otras zonas.
Estamos frente a un momento extraordinario en el que el deber moral y el interés económico coinciden. Las empresas, los Gobiernos, la humanidad en su conjunto, tenemos que aprovechar esta oportunidad histórica y actuar antes de que sea tarde.
(*) El autor es presidente de la Comisión Global sobre la Economía y el Clima, y expresidente de México