En 1915, se ofrecieron las primeras lecciones en la Escuela Normal. Se inició así una nueva etapa en la formación de maestras y maestros en el país. El presidente Alfredo González Flores y el secretario de Educación, su hermano, Luis Felipe González Flores, consideraron que el Estado debía desarrollarse bajo la égida de educadores que supieran integrar actualizadas tendencias pedagógicas, la práctica y la teoría, el estudio de la realidad social y los principios humanistas, sin dejar de lado la visión ética y estética. Durante este año debería discutirse la trascendencia de esta institución, pues nos plantea un problema crucial: la calidad de la educación depende, por sobre todo, de los profesionales que se desempeñan en las aulas. Tal como lo plantea Juan Rafael Quesada, la Escuela Normal constituyó el legado más importante del secretario de Educación González Flores. El decreto de creación se firmó en un gobierno en el que se manifestó un giro en el desarrollo del liberalismo. Fue un gobierno en el que se consideró vital la función de un “Estado docente” que daría como resultado, más de dos décadas después, un país en el que existirían más maestros que soldados.
Tan solo los nombres de algunos de sus profesores permiten evocar el protagonismo que alcanzó la institución. Se puede mencionar una nómina que incluyó a Arturo Torres, Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge, Carmen Lyra, María Teresa Obregón, Carlos Gagini, Carlos Luis Sáenz, Adela Ferreto y Luis Dobles Segreda, aunque todavía quedan muchos profesionales sin mencionar. Perdura la memoria de Omar Dengo, quien ejerció la dirección de la escuela entre 1919 y 1928 y quien se caracterizó como el librepensador que logró integrar la sociología, la filosofía, la historia, el derecho y el arte con un profundo dominio del panorama político que imperaba dentro y fuera del país. El estudio de su obra resulta fundamental para comprender las necesidades de la educación contemporánea y la del futuro.
La educadora y escritora Luisa González nos permite vislumbrar el sentir de aquellos muchachos que estudiaban en “La Normal”. Al respecto, escribe en su novela A ras del suelo : “Desde el primer día recorrí todos los salones, las aulas, los laboratorios, los jardines, la biblioteca, todo, hasta llegar a la Sala Magna. ¿Magna? ¿Qué significaba aquella palabra? No lo sabía, ni me atrevía a preguntar a nadie, pero desde que entré en aquel gran salón, sus enormes columnas blancas, los grandes ventanales y todo su ambiente, me hicieron sentirme en un templo, donde me parecía aspirar el aroma del incienso”.
Fueron ilustres los visitantes que ofrecieron conferencias en esa Sala Magna. Entre ellos están el dramaturgo español Jacinto Benavente, la poetisa chilena Gabriela Mistral (ambos galardonados con el Premio Nobel de Literatura) y el pensador y político peruano Víctor Raúl Haya de La Torre, líder de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Estas disertaciones permiten dar fe de los nexos que lograron establecerse entre la institución con personalidades que esgrimían diversas posturas intelectuales.
Legado perenne. ¿Acaso se trata de conmemorar los aciertos de una escuela que ya desapareció? De ninguna manera. El legado de la Escuela Normal prevalece en las universidades públicas que continúan su labor. Las carreras de educación, que tienen su punto de partida en “La Normal”, se encuentran acreditadas. Así, se puede mencionar que los planes estudio de Educación con énfasis en I y II Ciclos, Educación Preescolar y Educación Especial de la División de Educación Básica de la Universidad Nacional, así como los de Educación Primaria y Educación Preescolar de la Escuela de Formación Docente de la Universidad de Costa Rica se encuentran debidamente acreditados por el Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior (Sinaes).
Sin embargo, la conmemoración del centenario no debe concentrarse solamente en un recuento de logros del pasado y el presente. Debe orientar a las universidades públicas y privadas, los gremios del sector educación, el Ministerio de Educación Pública y el Consejo Superior de Educación a un análisis de los retos de la formación de maestras y maestros. Espero que esos ideales humanistas que motivaron a los fundadores de la Escuela Normal de Costa Rica prevalezcan en el ideario y la práctica que se vive, día a día, en las aulas.
El autor es escritor y profesor.