Algo en la lectura del artículo “Apertura no bajaría los combustibles” ( La Nación, 2/10/2015), del investigador del TEC Carlos Roldán, me hizo sospechar que los datos proporcionados no eran correctos.
Consecuentemente, me di a la tarea de investigarlo, y mi sorpresa fue mayúscula al descubrir la cantidad de afirmaciones sin sustento allí consignadas.
Dice don Carlos que “carecer de una refinería eficiente aumenta el costo del litro (de gasolina) en ¢40”. Para llegar a esta cifra, nos explica el autor que un precio de $50 por barril de petróleo crudo, con un tipo de cambio de ¢540 por dólar, equivale a ¢170 por litro de crudo.
Luego nos dice que como Costa Rica no tiene refinería, debe importar los combustibles ya refinados, por lo que paga ¢210 por litro de gasolina, generando la referida diferencia de ¢40.
Aunque el cálculo que presenta el señor Roldán es correcto, hay que hacer un verdadero salto acrobático para concluir que no tener una refinería en Costa Rica encarece la gasolina en ¢40.
Para hacer semejante afirmación tendríamos que construir una refinería sin costo, y que además sus costos de producción sean cero.
En español, tendríamos que creer que un ineficiente monopolio estatal puede refinar el crudo importado sin agregar costos de ninguna naturaleza.
Más adelante nos dice don Carlos Roldán que “toda la planilla de Recope, incluidos cargas sociales, privilegios, convención colectiva, anualidades, etc., representa ¢15 por litro”, y que “para un importador privado el costo fijo sería, al menos, de ¢25 al incorporar los gastos que no dependen del personal de Recope”.
Don Carlos explica en su artículo cómo calculó el dato del impacto de la planilla –los ¢15 mencionados– en el precio de la gasolina. Sin embargo, la cifra de los ¢25 que supuestamente sería el costo fijo de un importador privado se la sacó, literalmente, de la manga.
No da ninguna referencia, ni tampoco una pincelada de la metodología que utilizó para calcularla. Basten entonces un par de observaciones para desacreditar el número, la comparación y la sugerencia de que una empresa privada haría lo mismo que Recope pero más caro.
Primero, no es creíble que una empresa que ingrese al país vaya a tener un costo mayor que Recope, si de entrada no debe hacerles frente a lo que don Carlos llama “privilegios, convención colectiva, anualidades, etc.”.
Segundo, y más importante, es un error comparar el costo de la planilla de Recope con el costo fijo de las empresas privadas que potencialmente ingresen al mercado costarricense en caso de darse la apertura. La empresa estatal también tiene costos fijos “que no dependen del personal de Recope”. Como decía la niña Deyanira (q.e.p.d.), mi maestra de primer grado, no se vale comparar peras con chayotes.
Fuente desconocida Nos dice el Sr. Roldán que “de acuerdo con la Cepal, el petróleo en América Latina se produce por debajo de los $10 el barril”. Curiosamente no nos dice el autor a cuál estudio se refiere, ni de qué fecha es, datos que serían necesarios para corroborar su validez y relevancia.
Buscando en Internet –como buscar una aguja en un pajar– encontré un informe de la División de Recursos Naturales e Infraestructura de la Cepal, titulado Tendencias recientes del mercado internacional del petróleo, que en su página 64 brinda datos que en apariencia sustentarían la afirmación del Sr. Roldán. Lamentablemente para él, el informe es de hace 12 años (diciembre 2003).
La Agencia Internacional de Energía publicó datos correspondientes al año 2014 en su reporte titulado World Energy Outlook (abril 2015), los cuales revelan que el costo de producción de un barril de petróleo en América Latina oscila entre un mínimo de $5,90 en Ecuador y un máximo de $31,40 en Brasil.
Entre los extremos, Colombia tiene un costo de $15,80 y Venezuela, por mucho el mayor productor regional, $11,90.
Don Carlos utiliza el dudoso dato de los $10 por barril para defender la necesidad de contar con una refinería en Costa Rica argumentando que “si le exigimos a la institución hacer lo que hace toda empresa petrolera estatal, producir y refinar el petróleo nacional, bajaríamos el precio al menos en ¢140 por litro”.
Si antes presenciamos un acto de acrobacia digno del Cirque du Soleil, ya aquí don Carlos nos pide un acto de fe cuya magnitud la humanidad no ha visto desde la conversión de Saulo de Tarso al cristianismo.
Su argumento se basa en que el “petróleo nacional” costaría $10 por barril, y presupone que la refinación costaría otros $10, aunque unas líneas antes hacía una afirmación que solo podría ser cierta si el costo de refinación fuera cero.
¿Cuál petróleo nacional?. El tema del costo, sin embargo, termina siendo irrelevante. La verdadera pregunta es: ¿A cuál petróleo “nacional” se refiere? Hasta donde sabemos, Costa Rica no solo no tiene reservas de petróleo comprobadas, sino que además prohíbe la exploración.
No es necesario recurrir a falacias y propaganda que induce a error para convencernos de que el precio de los combustibles no bajará significativamente en caso de apertura del mercado.
Basta con observar la realidad: hoy por hoy, el costo del combustible importado más los impuestos que recaen sobre ellos representan un 79% del precio al consumidor. Más aún, el peso de Recope representa apenas un 11% del precio final, y otro 10% corresponde al flete y margen de la gasolinera.
Sin embargo, una empresa petrolera verticalmente integrada, que controle todos los procesos desde la explotación hasta la distribución al consumidor final, tiene mucho más que ese 21% para introducir eficiencias, ya que podrá trabajar con los márgenes de producción y de refinación, que Recope no controla, además de los de importación y distribución.
Esto quiere decir que sí hay margen para reducir el precio al consumidor final, aunque sería irresponsable aventurar una cifra. Sin embargo, aun si la reducción fuera pequeña, el impacto sería muy significativo.
En el 2014, Recope vendió 20.264.000 barriles de combustible, lo que equivale a 3.222 millones de litros. Con una modesta rebaja promedio de ¢5 por litro (menos del 1% del precio de la gasolina), los consumidores nos ahorraríamos unos ¢16.100 millones al año.
Visto de otra manera, renunciar a esta rebaja, por modesta que sea, equivale a hacer una transferencia neta anual de recursos en el orden de los ¢16.000 millones de todos los consumidores costarricenses de combustibles a los 1.800 privilegiados empleados de Recope.
Por eso surgió el clamor popular: #YaNoMásRecope.
Eli Feinzaig es economista, miembro de la Plataforma Liberal Progresista.