Uno de los grandes retos del país es el abastecimiento de agua para consumo humano. No se trata de un problema nuevo, sino de uno crónico, que no logramos resolver, a pesar de los esfuerzos de las diferentes administraciones, la participación ciudadana y el sector privado. El aumento en la demanda no va aparejado con los esfuerzos por abastecer a la creciente población.
Algunos lugares llevan muchos años de padecer un déficit en la disponibilidad de un servicio básico en condiciones eficientes, es decir, con la presión requerida, en cantidad suficiente, de forma continua (sin interrupción) y a un costo justo.
Esto genera un pesado lastre para el desarrollo económico y social de diferentes comunidades, como, por ejemplo, las partes altas al sur y al oeste del área metropolitana; la zona costera de Guanacaste, particularmente desde playa Hermosa hasta Playa Carrillo y Montezuma y el área de Alajuela comprendida entre Tacares y Atenas, etc.
El país perdió la capacidad de planear y ejecutar para desarrollar la infraestructura necesaria a la velocidad con que crece la demanda del agua. El último gran proyecto fue el de Orosi, que trajo desde Cartago casi dos metros cúbicos por segundo para coadyuvar al abastecimiento del área metropolitana y sus alrededores.
Desde hace muchos años está claro que el agua ya no se encuentra dentro de la misma zona geográfica donde la requieren. El proyecto más grande y ambicioso se construyó hace más de 100 años, el sistema Ojo de Agua-Chumical, que llevaba el líquido por una tubería de 75 kilómetros de largo desde San Rafael de Alajuela hasta Puntarenas, aprovechando la construcción del ferrocarril.
La ciudad de Liberia, por ejemplo, se abastece parcialmente por los “trasvases”, agua que se le “roba” a la vertiente atlántica y se canaliza para usarla en el abastecimiento de la ciudad.
Apropiación. Por todo lo anterior, me parece errada la posición de algunas comunidades que alegan que el agua es de su propiedad y no la darán para el uso de ninguna otra comunidad, cuando desde el punto de vista legal y formal el agua es un bien demanial, es decir, el Estado posee esos bienes y le corresponde tutelarlos para beneficio de los ciudadanos de la nación.
Desde el punto de vista de la ciencia, en el ciclo hidrológico, el agua está en un dinamismo constante; parte del agua que llueve hoy escurrirá por la superficie del terreno hasta incorporarse a pequeños riachuelos, ríos, lagos, lagunas...; estos llevarán el agua hasta el mar, zonas de esteros y humedales, pero otra porción se infiltrará en el terreno y alimentará acuíferos subterráneos, que podrán aflorar de forma espontánea como nacientes, etc., o serán explotados mediante la construcción de pozos.
El agua en los diferentes cuerpos, como ríos, lagos o mares, se evaporará por acción de la temperatura y los vientos, pero también dentro del terreno sufrirá la evapotranspiración, para que al final el agua evaporada se condense, forme nubes y caiga nuevamente en forma de lluvia. Cualquier intervención, en cualquier parte del ciclo hidrológico para el aprovechamiento del agua está bajo la tutela del Estado y de nadie más.
Ni los ciudadanos individualmente, ni las personas jurídicas, ni las colectividades organizadas en pueblos y ciudades tienen derecho patrimonial sobre el agua. De modo que no pueden ejercer domino sobre ella, no pueden oponerse a lo que el Estado, en procura del bien común, decida.
Debemos entender que el abastecimiento del agua para cubrir las necesidades actuales y futuras provendrá de sitios diferentes y, en algunos casos, distantes de aquellos donde se consume o se va a utilizar.
Entender esta realidad y educar a los ciudadanos sobre ella, con una labor de comunicación entre los entes estatales, organizaciones no gubernamentales y los ciudadanos facilitará la toma de decisiones y el desarrollo de iniciativas que buscan emparejar la demanda de este servicio vital con la disponibilidad.
El autor es químico.