Las opciones para subir el dólar, expuestas en La Nación del 10 de marzo por el exministro de Hacienda Elian Villegas Valverde, son muy enriquecedoras, pero, a mi juicio, le faltó la opción de dolarizar la economía.
Sí, ya sé que causaría la pérdida de un símbolo patrio, pero es un símbolo patrio bastante devaluado. Según cifras publicadas por el Banco Central, el índice de precios al consumidor aumentó de un 0,46 en enero de 1976 a 109,53 en enero del 2024, lo que significa una pérdida de valor del colón del 23.711 %... veintitrés mil setecientos once por ciento en 48 años.
Veamos. Si desaparece el colón, desaparecen las situaciones incómodas de tener activos en una moneda y pasivos en otra, o de tener ingresos en una moneda y gastos en otra.
Hoy, por ejemplo, se acabarían las ventajas de estar endeudados en dólares y recibir ingresos en colones, o como los exportadores actuales, las desventajas de percibir ingresos en dólares, pero gastos en colones.
Es la situación en este momento inversa a la de hace un par de años, y no conocemos las futuras, que seguramente serán distintas. Si existiera una sola moneda (el dólar) para todas las transacciones, como el pago de salarios, se nivelaría el campo de juego.
La economía es un proceso para definir los precios y cantidades de los bienes y servicios finales, y de los que intervienen en su producción, incluidas las divisas. En una economía capitalista, los precios y cantidades los definen las interacciones entre las ofertas y las demandas; en una economía socialista, los define el Estado.
Si desaparece el colón, hay una variable menos que definir y el sistema se vuelve más productivo. Es precisamente lo que ocurrió en la Unión Europea tras la introducción del euro. Antes, había devaluaciones de puro espejismo: ¿Cuántas veces Italia devaluó la lira pensando que solucionaba sus problemas? Después del euro esa opción desapareció y ahora Italia tiene que solucionar sus problemas de baja productividad encontrando vías para hacerse más eficiente.
Un experimento mental: si tener diversidad de monedas a escala internacional fuera lo procedente, ¿por qué detenerse en el país? ¿No será, por ejemplo, aún mejor tener un banco central herediano emitiendo florenses y otro banco central cartaginés emitiendo brumosos?
Habría una tasa de cambio entre el florense y el brumoso. Cuando en Heredia se instalen más fábricas para exportar, cuando lleguen más turistas y cuando el gobierno herediano se discipline, el florense se fortalecería frente al brumoso.
Ya no serían ventajosos para los heredianos los ingresos en brumosos y los gastos y deudas en florenses. Habría desempleo en Heredia. Esta forma de operar, ¿no tiene sentido, verdad? La situación incómoda entre Heredia y Cartago no ocurre porque no existe el florense y tampoco el brumoso, solo una moneda para ambas economías: el colón. Similarmente, ¿no será mejor que exista una moneda única entre Costa Rica y en otros países?
La propuesta de dolarizar tampoco es una panacea, pero sí una mejora. La propuesta esencialmente sustituye al Banco Central de Costa Rica (BCCR) por el Banco de la Reserva de Estados Unidos, que tampoco ha demostrado ser eficiente a la hora de mantener el valor del dólar.
En los 100 años anteriores a su fundación, el dólar se devaluó un 32 %; en los 100 años posteriores, de 1913 al 2013, se devaluó un 2.253 %.
Las soluciones a los problemas de la economía ya no responden a espejismos por variaciones en el tipo de cambio, sino por correcciones directas a los problemas de productividad que existan.
El autor es ingeniero gerencial.