Estoy consciente de que esta afirmación (que de seguro causará asombro, polémica y hasta protestas airadas de parte, al menos, de historiadores, y que podría ser calificada de irreverente, “hereje” y desafiante de los dogmas académicos que han prevalecido hasta hoy en los ámbitos educativos formales e intelectuales) atentará contra los esquemas culturales que nos han inculcado desde que tenemos memoria, según los cuales se nos ha dicho y machacado que España descubrió el continente americano.
Sin embargo, veámosla como una invitación a abrir nuestra mente y los valores arraigados ligados a esa concepción tradicional, a los nuevos hallazgos historiográficos y démonos la oportunidad de remozar, si así conviene, nuestra visión de lo que se daba por sentado y para siempre.
Gavin Menzies, en su libro 1421: El año en que China descubrió el Mundo (Edit. Random House Mandadori, 2002), sostiene, muy bien documentado, que los chinos arribaron a las costas americanas 70 años antes que Colón; se adelantaron 350 años a la llegada de James Cook a Australia; aventajaron en 76 años a Bartolomeu Dias en el doblamiento del cabo de Buena Esperanza (África); y circunnavegaron el globo 100 años antes que Fernando de Magallanes.
Para hacer estas aseveraciones, el autor investigó durante catorce años (tiempo durante el cual visitó 120 países y más de 900 museos y bibliotecas, además de los puertos más importantes de la Edad Media). Con semejantes credenciales, amén de sus profusos conocimientos en náutica, cartografía y navegación astronómica, obtenidos mientras fue oficial de la Royal Navy del Reino Unido, es obvio que no estamos frente a un neófito.
La llegada posterior, y no como primerizos, a América de los europeos fue gracias al camino despejado por los almirantes Zhou Man y Zhou Wen, quienes dejaron su huella en los mapas marítimos que elaboraron a pedido del emperador chino Zhu Di, a partir de marzo de 1421, cuando zarpó la gran flota china, formada por 107 juncos, al mando de los almirantes Zhen He, Hong Bao y Yang Qing, por cuyas hazañas se les atribuye haber sido los descubridores de Australia, Nueva Zelanda, el Ártico y el Antártico.
Pruebas. Las evidencias recogidas por Menzies para demostrar sus sólidos argumentos, en relación con la llegada de los chinos a América y otras zonas del mundo, previa a la presencia europea, son numerosas.
Por ejemplo, los pobladores chinos y asiáticos encontrados por los primeros exploradores europeos (Cuba, California, Brasil, Perú); los relatos de nativos americanos acerca de la estadía china (Norteamérica, México, Sudamérica); las obras de arte (México); y el arte rupestre en esculturas y pinturas (Estados Unidos, Chichén Itzá).
Por otro lado, tenemos las plantas transportadas de un continente a otro (de China a Norteamérica: arroz, semillas de adormidera, keteleria, rosas; de China a Sudamérica: arroz. De India a Norteamérica y Centroamérica: algodón. Del Pacífico sur a Centroamérica: el cocotero. De Sudamérica a China: maíz; al sudeste asiático: maíz; a Nueva Zelanda: boniato; a las islas del Pacífico: ñame, boniato; a Filipinas: papas, maíz. De Norteamérica a China: maíz, amaranto. De México a Filipinas: tabaco, boniato, maíz y, posiblemente, piña, arrurruz, maní, frijol, carambola, mandioca, níspero, papaya, tomate, calabaza, jícama y zapupe.
Igualmente, aporta otras pruebas de la aventura china en América: animales originarios de un continente hallados en otro (pollos asiáticos en Sudamérica, caballos y perros chinos en el norte y sur del continente); la minería (Norteamérica: carbón, cobre y oro); la metalurgia, el lacado y los tintes (México); restos de naufragios de barcos chinos (Estados Unidos, México, Ecuador y el Caribe); la porcelana (México); ofrendas votivas (México); estelas grabadas que registran viajes (Norteamérica y Sudamérica); evidencias lingüísticas e idiomáticas (Perú, Estados Unidos y México); costumbres y juegos (México y Estados Unidos); y otros objetos (Chile, México, Perú y frontera entre Guatemala y El Salvador).
Acaso, como dice el investigador Menzies, ¿Nueva York debería llamarse “Nueva Pekín”, y la religión católica que viste la mayor parte de América debería cambiarse por el budismo, en reconocimiento de quienes primero pusieron primero su pie en este continente?
Siguiendo con la misma lógica sugerida por el autor, Cristóbal Colón y España tendrían que ceder los puestos, que la historia les ha reservado hasta ahora, a los almirantes Zhou Man y Zhou Wen por ser, estos, los verdaderos descubridores. Y, además, el año de 1421, y no el de 1492, sería la fecha real en la que estos “visitantes” llegaron a lo que hoy se conoce como América.