Las increíbles jornadas de la Sele en el Mundial de Brasil nos hicieron sentir como si fueran propias y ahora estamos convencidos que cada gol fue nuestro. También sentimos que cada atajada la hicimos nosotros. Hasta las enfermedades disminuyeron y, contra toda expectativa, en vez de aumentar los pretextos para no ir a trabajar, la Caja reporta una fuerte disminución de incapacidades frente al Mundial del 2010, en el que ni siquiera participamos.
¡Qué torta! Hace apenas unas semanas nos habríamos contentado con el cuento de que “no es lo mismo verla venir, que bailar con ella”. Ahora nos sentimos con el derecho de preguntar si acaso no se sabía que se tenía que bailar con la más fea. Antes, esperábamos con paciencia y una pizca de entristecido conformismo que se nos dijera que se necesitaban cien días para saber cómo estábamos, y hasta entonces saber lo que se puede emprender y cómo. Para resultados, esperar cuatro años.
¡Ya no! Eso ya no es suficiente. ¡Qué daño nos hicieron, muchachos! Ahora nos sentimos merecedores de más. Estamos empoderados. Nos creemos con derecho a tener la calidad de estadistas del calibre de Franklin D. Roosevelt, quien acuñó el concepto de “cien primeros días de gobierno” como compromiso de cambios en marcha, porque un país en crisis no está para diagnósticos.
La lucida participación tricolor puso el nombre de Costa Rica en alto y elevó, con un solo gesto, el estándar de lo que esperamos de nosotros mismos. Ahora nos es simplemente insoportable nuestra levedad, al decir de Kundera. ¿Cuánto durará ese legado, antes de que volvamos a la resignación? Estas letras son un llamado a emular la gesta de nuestros muchachos.
Contrastes. Ellos nos hicieron volver a creer que somos capaces de cosas grandes y ahora que el mundial ha terminado, la mirada de nuestro pueblo se vuelve hacia adentro, hacia nuestra cosa pública. Cuando las aguas empiezan a regresar a su nivel, es el momento de pensar en lo que sigue para nuestro país. Dos situaciones contrastan entre sí: la frase del presidente Solís “no es lo mismo verla venir que bailar con ella” y el resultado de la Sele .
La Sele nos mostró claridad de metas, planificación, dedicación, preparación, estrategia, trabajo en equipo y ejecución impecable, a pesar de la chota y la crítica. Se rozó como grande, y sólo el azar de una tanda de penales nos impidió quedar, por lo menos, como cuarto equipo del mundo.
El brillo de nuestros muchachos no esconde, sino más bien resalta, el rol de la dirección técnica y la visión de la dirigencia. Pinto aceptó la responsabilidad y se dio a la labor de director técnico consciente de lo que estaba haciendo. Sin ser costarricense, asumió compromisos sabiendo nuestras fortalezas y, sobre todo, nuestras debilidades . Y por eso planificó y se preparó para lo que venía. Constituyó un equipo que trabajó como tal, sin disidencias ni gestos sin contenido. Todas sus acciones tenían propósito con vistas a resultados. Pinto, mucho más que en actos de relación pública, se centró en acciones estratégicas, y los que lo acompañaron asumieron, cada uno desde su trinchera, el papel que les correspondía.
¿Vale eso solamente para el fútbol? Yo creo que no, y no soy el primero que proyecta la lección que nos deja esta experiencia en el aprendizaje que podamos hacer como país. Nos enseña, por ejemplo, que también es de recibo esperar la misma gestión de calidad en políticos, gobernantes y jueces: acciones con impacto real; cambios de paradigmas, cuando es necesario; claridad estratégica y ejecución de un mapa de ruta, conforme a una planificación de largo plazo con trabajo en equipo; transparencia funcional, no física, y rendición de cuentas.
Para alcanzar eficiencia, cada campo de la experiencia humana tiene sus propias exigencias. La Sele , Pinto y su dirigencia, en su campo de acción, nos enseñaron que sí se puede . Pero, más allá de lo que lograron en el deporte, conquistaron nuestros corazones. Yo nunca he visto al país más unido, más lleno de orgullo de sí mismo y más esperanzado. ¡Qué triste sería que ese orgullo nacional de lo que somos capaces en la cancha y esas esperanzas renacidas en nosotros mismos se estrellen en la incapacidad de nuestro país de tomar decisiones oportunas!
El contraste es notorio entre lo que somos y lo que podemos ser. Pero esta vez la Sele somos nosotros y esa brecha la debemos superar juntos. No podemos pensar que nuestros problemas dependen solamente de la dirigencia del país. La clase política somos todos y si logramos superarnos, goles y atajadas serán, esta vez, directamente nuestros. Comencemos por ofrecerle apoyo, solidaridad y trabajo en equipo a nuestra dirigencia, empezando por nuestro jefe de Estado. Esa es la única forma que podemos agradecer cada gol y cada atajada.
Luis Gamboa, presidente del Consejo de Promoción de la Competitividad.