El editorial de La Nación del pasado 2 de marzo del 2018 contiene imprecisiones que requieren aclaraciones del Banco Central de Costa Rica (BCCR):
1. En el 2005, con la decisión de iniciar la transición gradual y ordenada hacia un esquema monetario de meta de inflación, el BCCR migró hacia un régimen cambiario flexible por cuanto, tal como refiere el autor del editorial “una política de tipo de cambio fijo (…) en un entorno globalizado (…) como el de Costa Rica, no es lo más conveniente”. La flexibilidad cambiaria concede al BCCR más grados de libertad para ejecutar su política monetaria y, de esta forma, mejora su efectividad en la consecución del objetivo de inflación, el cual, a su vez, constituye el principal aporte del Banco Central al crecimiento y bienestar económico del país.
Por tanto, no está claro por qué el editorialista conjetura sobre la intención del Banco de mantener un tipo de cambio fijo cuando ese régimen cambiario se abandonó desde hace más de una década.
2. Bajo un régimen cambiario flexible, el tipo de cambio es determinado por la interacción de las fuerzas de oferta y demanda del mercado; sin embargo, el BCCR participa en este para atender sus requerimientos de divisas y las del sector público no bancario y, como lo hacen otros bancos centrales con regímenes cambiarios similares, se reserva la potestad de intervenir en procura de moderar fluctuaciones violentas en el tipo de cambio o, bien, no consecuentes con lo que indican las variables macroeconómicas que explican su comportamiento a mediano y largo plazo.
En ningún momento existe compromiso del BCCR con un valor puntual para el tipo de cambio.
3. Es necesario aclarar que el déficit que presentó el BCCR en el 2017, equivalente al 0,4% del PIB, corresponde al resultado financiero de esta entidad y no, como erróneamente señala el autor del editorial, al confundir el resultado de operaciones meramente cambiarias con pérdidas cuasifiscales.
4. No se pretende en este espacio explicar el origen del déficit del BCCR (en buena medida operaciones de naturaleza cuasifiscal realizadas en el pasado), sino, más bien, recordar que al ser este una de las principales fuentes de expansión de liquidez, el BCCR lo ha logrado reducir gradualmente, mediante ajustes en la estructura de su balance de situación. De un déficit del 4,6 % del PIB en 1982, pasó, como promedio anual, al 1,3 % de 1990 al 2005 y al 0,7 % del 2006 al 2016, hasta llegar, como se indicó, a un nivel del 0,4 % del PIB en el 2017, valor que no genera presiones inflacionarias en exceso a la meta de inflación.
5. Es importante indicar que parte de los gastos incurridos por el BCCR, que afectan su resultado financiero, corresponden al costo de la regulación y supervisión financiera en el país (el 80 % de ese costo es atendido por el BCCR en el caso de la Sugef, la Sugeval y la Supén, mientras que el 100 % en el caso de la Sugese).
6. Como parte de sus objetivos estratégicos, el BCCR procura que sus reservas internacionales netas (RIN) alcancen un nivel que se ubique entre el 11 % y el 15% del PIB. Esos valores resultan de estudios que identifican, dadas las condiciones macroeconómicas del país, la cantidad de activos externos líquidos que permitan al país administrar choques externos. No son valores arbitrarios. Ciertamente, tal como señala el editorialista de La Nación y como lo ha indicado el BCCR en diversas oportunidades, mantener las RIN tiene un costo, precisamente es el costo del blindaje o “seguro” financiero que se dispone para salvaguardar la capacidad de pagos internacionales del país y, en consecuencia, preservar la estabilidad macroeconómica.
El BCCR, conforme las condiciones del mercado lo permitan y respetando su tendencia, planea acumular en forma gradual las reservas necesarias para hacer frente a la obligación con el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR).
7. El empréstito por $1.000 millones solicitado por el BCCR al FLAR y cuyo ingreso está previsto para el primer trimestre del 2018 cumple la función de contribuir a que el BCCR mantenga el nivel de las RIN entre esos valores. El pago de intereses por ese préstamo no debe ser interpretado únicamente como un costo financiero, sino como el costo del seguro que adquiere el BCCR en procura de la estabilidad macroeconómica.
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Por consiguiente, no es correcto afirmar, como señala el editorial, que “si para actuar en el mercado cambiario el Central debe endeudarse a mediano o largo plazo, eso indica que el propósito de su intervención es otro, como evitar que el tipo de cambio suba”.
El autor es presidente del Banco Central de Costa Rica (BCCR).