Necesitamos un ordenamiento territorial con un enfoque interdisciplinario desde los gobiernos locales, el INVU, el Minae, el MOPT, el AYA, el ICE, las organizaciones civiles y otros actores claves. Esto es clave si deseamos erradicar el caos en que vivimos. En el 2020, el 75% de nuestra población estará viviendo en centros urbanos sin ninguna planificación.
Los 81 cantones tienen visiones distintas sobre la planificación de su territorio. No existe un desarrollo con un enfoque interdisciplinario y global que logre un desarrollo equilibrado entre los municipios.
El urbanismo precisa una planificación con fuerza de ley, que ordene claramente los usos del suelo. El ordenamiento conlleva decisiones políticas, sociales, económicas y técnicas para tener un uso sostenible.
Crítico. Debido al crecimiento desordenado de nuestro desarrollo urbano, cada vez se hacen más críticos los problemas de infraestructura (energía, agua, telecomunicaciones, transporte público, vialidad) y servicios. La congestión vehicular se torna más grave diariamente.
Nuestro modelo de desarrollo urbano basado en una exclusiva y creciente dispersión nos obliga al uso continuo de vehículos para movilizarnos. Vivimos atrapados en un caos vial que no parece tener solución si no hay cambios importantes. La ampliación de puentes y nuevas carreteras no es suficiente si no ordenamos el uso del suelo y resolvemos el transporte público.
La planificación urbana, la compactación de la ciudad y una buena gestión de transporte parecen ser la salida a largo plazo. Nuestro modelo actual de urbanizar hace un uso poco eficiente del suelo, debido a que ha fomentado pequeñas “islas”. Tenemos que permitir el crear usos mixtos, en especial comercio, servicios, entretenimiento y vivienda. Solo si logramos repoblar la ciudad, reduciremos costos de logística, mayor seguridad y conectividad e integración social.
Movilidad pública. El uso de vehículos privados genera congestionamiento y problemas de movilidad. La inversión en infraestructura está entrabada en miles de trámites y leyes obsoletas o poco inteligentes que no permiten agilizar la inversión. La tasa de crecimiento de los automóviles aumentó en los últimos cinco años a un promedio de un 10% anual y cada siete años se duplica.
El acceso a la ciudad de San José es compartido por muchas empresas concesionarias de autobuses, pero se usa menos el autobús. En 1999 el 75% de la población se transportaba en autobuses; ahora solo el 45%.
El centro de San José es prácticamente una gran terminal: al casco central ingresan a diario más de 250.000 vehículos y un millón de personas se movilizan en 19.000 autobuses.
Ante este caos, urge un sistema integrado con transporte masivo, eficiente, rápido y accesible. Esto nos lleva a ordenar, planificar e implementar rutas complementarias para lograr mejorar la calidad, tiempo y economías de escala integrando taxis, ciclovías, peatones y tren.
Hay que desarrollar la famosa sectorización del transporte público con rutas complementarias y nodos de intercambio para mejorar los costos y reducir tiempos, con carriles exclusivos, uso de pases electrónicos y autobuses articulados a base de gas con estaciones especiales para accesos rápidos.
Paralelamente, debemos concesionar la operación de un tranvía, que es muy amigable con la ciudad y nos daría rapidez, ahorro, menos contaminación, mayor control, seguridad, conectividad y calidad.
Desde luego, se debe poner en ejecución una agencia para promover alianzas público-privadas de manera que la deuda pendiente en obra vial se asuma y se saque adelante, sin creer, eso sí, que la solución pasa por hacer más carreteras o más carriles.
Incofer. Los trenes Apolo del Incofer no deben operar en el casco urbano, son obsoletos y no están diseñados para frenar a cortas distancias y lograr velocidad.
El Incofer debe hacer una alianza con empresas con tecnología de punta. Los trenes rápidos pueden mejorar la capacidad, la frecuencia y la eficiencia. El Incofer puede acelerar este proyecto con el actual marco legal, desarrollando verdaderas estaciones multimodales para modernizar el transporte interprovincial. Esa es la única salida sostenible. Con estos trenes muchas personas dejarían sus vehículos en estaciones bien equipadas y tomarían un tren para llegar a la ciudad.
Metro. Panamá construyó un metro moderno en tres años. En el 2016, una de las líneas movilizó a más de 250.000 pasajeros. Este metro, en su primera etapa, tiene 16 km y la mitad transcurre en forma subterránea en el centro de la ciudad. El horario es de 5 a. m. a 11 p. m. de lunes a viernes y los domingos y feriados de 7 a. m. a 10 p. m., hasta con 18 trenes en horas pico. El tiempo de parada es de 20 a 30 segundos y la frecuencia de hora pico es de 3,2 minutos. Un metro tiene una inversión de 100 millones de dólares por kilómetro.
Costa Rica necesita emprender el proyecto de construir un primer tramo de metro de norte a sur y luego de este a oeste. Para este proyecto, sería importante aprovechar los estudios realizados y hacer un concurso transparente para concesionar un metro de alta tecnología.
El colapso vial nos exige buscar distintas opciones para el transporte multimodal. El metro puede subsistir con el tranvía interurbano, los buses articulados y el tren de cercanía del Incofer.
El problema del transporte es tan complejo que se necesitan diferentes soluciones, que exigen alianzas público-privadas si queremos que opere en forma eficiente.
Mas ciudad. San José se vuelve una ciudad fantasma en la noche, de ahí la necesidad de que los costarricenses la repoblemos creando lugares con vida, con color y con gran actividad. La creación de más parques y lugares de entretenimiento, como es el desarrollado espontáneamente en barrio Escalante, dan una nueva oportunidad a la ciudad.
Hay que hacer una total reingeniería a nuestra capital. Debemos desarrollar ciudades con gran riqueza natural, aceras anchas y más compactas. Todo esfuerzo por una ciudad más cohesionada socialmente, con espacios ricos de actividades y servicios, va a permitir una mayor vida en comunidad.
Las ciudades deben ser la cuna de la cultura, con diversidad de hechos urbanos ricos y variados. Solo si promovemos ciudades más compactas, con usos diversos, controlaremos la expansión de la mancha urbana.
Los valores claves de una ciudad son también mayores parques, más bulevares, más restricciones vehiculares en el casco, más seguridad, mejores conexiones peatonales, aceras anchas, parques, barreras para estacionamientos en las principales calles y avenidas y la variedad de un transporte público moderno y eficiente.
Una ciudad verdadera debe conservar edificios históricos y enriquecer los espacios públicos. En esta misión de rescate urbano se debe involucrar a todas las comunidades, respetar el pasado y buscar una densa concentración de habitantes.
El gobierno debe hacer un centro cívico compacto en el casco urbano y no seguir abriendo oficinas por todo lado. Hoteles, centros de convenciones, teatros, estadios, anfiteatros, museos, deben siempre estar en los centros, ya que son generadores de tráfico, actividad y turismo en la ciudad.
El actual modelo que tenemos de desarrollo inmobiliario está colapsado. La disminución en la segregación de la ciudad es insostenible por los problemas de movilidad, falta de planificación, gasto de energía, problemas con residuos, conectividad y salud pública. No hagamos más ciudades para carros.
El autor es ingeniero.