Analizando el conmovedor reportaje del periodista Carlos Arguedas, que aparece en La Nación de este domingo 11 de julio, y conociendo la sensibilidad del Ministro de Justicia y la Presidenta de la República, quiero plantear la solicitud del indulto para la señora Olivia Bejarano Bejarano, recluida en la cárcel hace más de dos años.
Lo fundamento en el artículo 90 del Código Penal y 147 inciso 2 de la Constitución Política, en razones de justicia y humanidad, para reintegrar a esta humilde mujer a su familia y su comunidad.
Conozco el caso bastante bien porque he tenido la posibilidad de entrevistarme con Olivia. Puedo asegurar que ella no cometió delito alguno y que se encuentra en la cárcel producto de un gravísimo error judicial.
Olivia aprendió a conocer nuestro idioma en la cárcel en Pérez Zeledón. Es una barbaridad que con anterioridad se le haya juzgado en otra lengua que no haya sido la nativa y no se le haya suministrado un traductor. Nadie le tradujo los alcances de lo que pasaba en el juicio abreviado que se da posiblemente para acabar rápido con el asunto, más que para hacer justicia. Así de “sencillito”, como le dijo el señor juez.
No es cierto que Olivia no iba a ir a un juicio, como dice el señor juez. Ella estaba en un juicio. Hay una forma engañosa de plantear el asunto, más para una persona que no conoce el idioma y es ofrecerle a quien no conoce el idioma, que a cambio de aceptar los hechos y la pena, no va a ir a juicio. Si Olivia no le entendía al señor juez, ¿con qué fundamento se concluye que en cierto momento ella sí entiende algo de lo que pasaba en el “juiciecito”, como dice el señor juez?
La indujeron a aceptar una pena que no correspondía porque no era culpable de nada, ¡todo a cambio de no ir a juicio, cuando ya estaba en un juicio! ¡Es una barbaridad!
Como no había millones de dólares de por medio, no sobraban prestigiosos y ruidosos abogados y nadie la defendió. Agreguemos que, además de pobre, ¡es mujer y es indígena!
Olivia no puede hablar por teléfono con sus hijos y su familia, porque donde ella vive, no hay teléfono. Para llegar a su casa, se debe caminar durante ocho horas desde la última parada del autobús. El viaje a la cárcel de Pérez Zeledón le tomaba más de catorce horas. ¿Quién iba a llevar a sus niños a la cárcel? ¿Dónde pasarían la noche? ¿Quién cubriría los gastos? Y ahora que está en el Buen Pastor, ¿cómo se haría para trasladar a su familia hasta San José?
La única vez que la visitaron sus hijos en Pérez Zeledón, fue una odisea lograr los permisos de ingreso al penal y el traslado de su familia. La despedida de sus hijos fue un cuadro tan desgarrador, que nunca podré olvidar.
La gracia que solicito a la señora Presidenta y su Ministro de Justicia, es con el fin de acabar con una arbitrariedad que engendró una grave injusticia. Existen sobradas razones de justicia y humanidad para acabar con esta terrible pesadilla. Ahí está su expediente, no requiere mayor análisis para comprobar la barbaridad que se cometió en su contra.
Olivia guarda injusta prisión hace más de dos años. Cada día que pase en prisión, es una verguenza nacional que nos hace culpables a todos.