El 10 de marzo fui invitado por el Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC) a un foro sobre cómo debería ser el aparato productivo en el 2050.
Desde el sector turístico, me parece positivo brindar mi perspectiva de desarrollo. En ese sentido, creo que el modelo de producción no puede describirse con exactitud sin resolver los retos que están pendientes.
Infraestructura. Existe un déficit de treinta años, debemos ser asertivos en la toma de decisiones en cuanto a aeropuertos, garantizar la operación del Juan Santamaría para los próximos 20 años, mientras inauguramos la nueva terminal aérea internacional. Ello requiere tanto la toma de decisiones urgentes en el mantenimiento de las operaciones en El Coco con holgura, sin que esto signifique un aumento excesivo en la tarifa, como inversión en aeropuertos en regiones con gran crecimiento, ligados a destinos turísticos destacados.
La construcción de carreteras debe ligarse al desarrollo de puertos y aeropuertos, resolver el problema de la ruta 27, decidir si el nuevo aeropuerto debe erigirse en Orotina y arreglar la ruta 32, tanto la parte plana como la de montaña.
Nadie habla de la ruta Oreamuno-Pococí, con menos daño ambiental y, probablemente, de menor costo.
En lo que a puertos se refiere, hay avances importantes y ahora debemos garantizar que exista producción para que su construcción no signifique una subutilización de entrada.
En cuanto a trenes, debemos atrevernos a pensar en grande: la construcción de un canal seco que conecte Puerto Limón con el aeropuerto de Liberia y, en una segunda etapa, con el puerto de Caldera, donde alrededor de esa línea existan fábricas que agreguen valor a los contenedores que circulen por ahí. Obviamente, vinculando la inversión privada a estos proyectos, evolucionando la oferta, de acuerdo con la demanda y los tiempos logísticos.
Educación-capacitación. Aproximadamente 500.000 jóvenes ni estudian ni trabajan. Son los llamados ninis. Es urgente que el INA se enfoque en ellos. El Instituto debe actualizarse e invertir fuertemente en educación virtual, diseñar una oferta académica conciliada con el empresariado para que las contrataciones se efectúen en el plazo más corto posible.
La formación dual es urgente. Es una práctica mundial con buenos resultados en muchos países. En turismo, podríamos emplear a miles de ellos con capacitaciones cortas.
Desde la educación secundaria, los costarricenses deben salir hablando un segundo idioma, o al menos con las herramientas mínimas en ese sentido.
Nuestro Código de Trabajo data de 1943. De ese año a hoy las normas laborales, así como las características de las industrias, han cambiado radicalmente. En esa época el 65% de los trabajadores se dedicaban a la agricultura, hoy solo el 6%.
Además, debemos poner a las universidades públicas y privadas a conversar entre ellas, pero, sobre todo, con el empresariado, para tener una adecuación del currículum a la realidad empresarial.
Sector agrícola. Es necesaria una discusión sobre el modelo productivo del país. Esto implica que conciliemos acciones concretas sobre seguridad alimentaria y no soberanía alimentaria.
La industria agrícola, como todas, ha evolucionado. Es indispensable que analicemos, sin pasión, en cuáles industrias somos competitivos, en cuáles no y en cuáles vamos a desistir. En estas últimas debemos también tener el plan de cómo capacitar a esos agricultores para una nueva industria o una nueva forma de ganarse los frijoles. Es decir, definir los productos a los cuales vamos a apuntar y dirigir los esfuerzos a ellos, orientando los subsidios, como dijimos, a los productores que pueden competir rápidamente si se llevan a cabo algunas acciones y a los que deben iniciar con otros desde cero.
Regionalización. El país debe enfocar los esfuerzos a las diferentes regiones, con una coordinación mucho mayor del Ejecutivo con las municipalidades en cabeceras de provincias y estas con sus vecinas.
Es necesario que el presidente dedique tiempo a esa coordinación. Esto implica una evolución hacia el desarrollo endógeno, la evolución de una visión centralista hacia una descentralizada. Esto debe reflejarse en el presupuesto, y por lo tanto en el desarrollo de obra pública estratégica.
Si resolviéramos estos retos, las consecuencias se resumirían en evolucionar de la Suiza Centroamericana a la Singapur de Centroamérica, con una gran capacidad y desarrollo logístico, generación de empleo, fábricas dedicadas a agregar valor y un canal seco interoceánico de contenedores abiertos y no cerrados como lo tiene Panamá hoy; actualizaríamos nuestras oportunidades de empleo, adaptándonos a las nuevas realidades poblacionales, tecnológicas y empresariales; tendríamos garantizada la comida y un sector agrícola competitivo, orientado y coincidente con la realidad internacional y nacional; y conseguiríamos la descentralización del poder, concentrado hasta hoy en el Valle Central.
El autor es presidente de la Cámara Nacional de Turismo.