El grupo de naciones conocido como el Cuerno de África, el cual incluye centralmente a Somalia, Kenia, Etiopía y Eritrea, ha acumulado titulares que subrayan la pobreza e inestabilidad de esa histórica región africana. Con gotas de agridulce agudeza, el británico Paul Collier ha designado a esos países como el Club de la Miseria, título que evoca el panorama lamentable heredado del siglo precedente.
Esta breve introducción nos permite, a su vez, destacar que el salvadoreño Joaquín Villalobos, en un ensayo publicado hace pocos días en El País , hace un recuento de la comunidad de problemas que cobijan a Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, como un Club de la Miseria regional.
Con todo, el club africano está hundiéndose hacia niveles donde el factor externo alimenta conflictos parecidos a los centroamericanos durante los calendarios de la Guerra Fría. No es sino hasta ahora que se abre un pequeño horizonte que hace retroceder, muy lentamente, el Apocalipsis cernido sobre el Club de la Miseria africano. Este reconocimiento en las actuales circunstancias sería, también, un valioso acicate para el apoyo de Médicos sin Fronteras y muchas otras agrupaciones humanitarias.
Sin embargo, también revuelven esta agitada atmósfera fuerzas retrógradas nutridas por creencias que abandonaron los senderos de la moderación y la reflexión.
La dinámica terrorista contemporánea en la región pretende liderar, a pesar de los reveses sufridos. Su guía, al-Shabab (la juventud), fue procreada y liderada por al-Qaeda .
Fue desde temprano, en la expansión de al-Shabab, que se consolidó su alianza con al-Qaeda, al punto que ben-Laden tomó la jefatura de la así expandida entidad. Más tarde hubo cambios importantes en la estrategia de reclutamiento y financiación de la agrupación operativa.
Esta corriente terrorista demostró su sanguinaria agenda en Afganistán, de donde fue expulsada a raíz de los lamentables hechos de Setiembre 11.
Consecuentemente, se refugió en Somalia, pero con pretensiones de expansión hacia otros puntos del entorno geográfico, y buscó mejorar sus finanzas con actividades delictivas.
Este renacimiento financiero tomó forma con sonados planes terroristas que empezaron a generarse en junio del 2010 con un doble golpe suicida en la competencia por la Copa Mundial en Kampala, Uganda. Este ataque produjo 74 muertes, y fue publicitado como el primer golpe de al-Shabab fuera de Somalia.
La escala ascendente de hechos terroristas fuera de Somalia se extendió al control de puertos y empresas públicas de grueso calibre. Un estudio financiero de la organización señala que los fondos obtenidos gracias a esta senda le producían a al-Shabab millones de dólares mensuales.
Sin embargo, en el 2011, fuerzas de la Unión Africana y de Kenia, mediante repetidos ataques lograron desalojar a al-Shabab de sus principales refugios en Mogadishu.
Llegamos así, en este abreviado detalle de la organización fundamentalista, a la reciente operación en Nairobi. Pareciera que al-Shabab intentaba resucitar su disminuida importancia mediante un golpe de altos vuelos, en el cual permitieron incluso la participación de voluntarios norteamericanos y canadienses. Hubo rumores de otras nacionalidades, incluso latinoamericanas, involu-cradas en este proyecto de resucitar al organismo, pero las noticias no permiten confirmar esas ampliadas dimensiones internacionales.
Lo cierto es que, en el ámbito africano escogido últimamente, el más pequeño agujero en la seguridad de las mayores empresas podría devenir en otra tragedia. Sin embargo, resulta urgente reforzar las estructuras y operaciones de esos monumentos de la libre empresa.