Yo he vivido siempre temeroso de pronunciar para mí mismo esta palabra: Poeta, es decir, creador. Los poetas son "Torres de Dios" como dijo Darío. Pero, reponiéndome de este susto, me he respondido siempre: "?Quién es, quién vive de veras, no es poeta?" Pues todos los seres humanos alcanzamos alguna vez en nuestra vida ese momento de iluminación espiritual que es el sentir de pronto que acabamos de crear de la nada alguna cosa hermosa, clara y bella, aunque esta alcance a ser sólo una palabra, una sencilla frase, una imagen, puro sonido verbal, cargado de misterioso sentido, que además, se nos ha escapado tan súbitamente como vino a nuestro espíritu. Mi poesía ha querido multiplicar esos temblorosos momentos en los espíritus lectores". Con estas palabras y con esta modestia, Isaac Felipe Azofeifa da las gracias a cuantos han hecho posible la publicación de esta gran antología de su obra que acaba de editarse: Poesía reunida de I. F. Azofeifa, Ed. Costa Rica 1994, 545 pag. con un estudio preliminar, las notas y la bibliografía de Carlos Francisco Monge.
La figura y la obra del poeta son demasiado conocidas en Costa Rica, para que un simple cronista de acontecimientos editoriales como me conceptúo, se meta en camisas de once varas tratando de presentarlo al público. Nada sería más fuera de lugar y hasta ridículo. Me limitaré pues a informar lo acontecido y a puntualizar que la poesía de Azofeifa ha sido muy bien evaluada en su estudio por Carlos Francisco Monge que da de esta obra un "apercu" histórico muy acertado. Además del estudio preliminar, Monge presenta una sección bibliográfica que da cuenta de la casi totalidad de los escritos del poeta y una amplia bibliografía crítica en torno al escritor. Completa el tomo un "Indice de títulos y primeros versos" de suma utilidad para orientarse en medio de la versatil y desigual producción del reseñado.
Napoleón Pizarro Centeno, guanacasteco y licenciado en Letras y Filosofía por la UCR es, para mí, nombre nuevo. No le conozco obra anterior a esta que acaba de publicar la Editorial Costa Rica, la novela Los fugitivos (San José 1994, pags. 168). He de decir, de entrada, que --pese al hecho de lucir algo inmadura (?sucederá esto por ser una "opera prima"?)-- la novela no deja de llamar la atención por cierta fuerza y cierta "garra". La representación del mundo de los marginados porteños no carece de evidencia, aunque resulte algo reiterativa. Lo que sí no me parece es el estilo, muy descuidado, del novelista. Claro que entre decir bien cosa sin trascendencia y decir mal cosa trascendente, me quedó con la segunda posibilidad, pero --a parte de que queda por demostrar la "trascendencia" del relato en cuestión-- hay una tercera elección: decir bien cosas importantes. Y no me parece que el autor se haya atenido a esta opción. Lástima, porque una cuidadosa revisión del texto habría favorecido y no en escasa medida, la obra.