Tempranamente, comenzó Carlos Manuel Vicente su preocupación por la política, acentuada por la inquietud social que, en su caso, fue permanente. Carlos Manuel pensó en la política cuando entendió que había que reformar siempre para que la democracia funcionara mejor. Fue por esta razón, antes de terminar su bachillerato en el Liceo de Costa Rica, que ingresó al Partido Socialdemócrata y logró una candidatura como diputado a la Asamblea Nacional Constituyente de 1949. No fue elegido, pero dejó marcada la directriz que lo orientaría por el transcurso de su vida.
Después de la revolución de 1948, en la cual participó, formó parte del grupo fundador del Partido Liberación Nacional y, en esa actividad, conoció mejor a José Figueres y cultivó estrecha amistad con él. Se puede decir con propiedad que fue el único verdadero amigo político que tuvo don Pepe.
Cuando Carlos Manuel se graduó de farmacéutico, abrió una farmacia en Golfito, y allí, durante gran parte de su vida, mezcló sus labores profesionales con sus inquietudes políticas y, con gran capacidad, consiguió que el pueblo y el partido lo apoyaran en tres oportunidades para una curul en la Asamblea Legislativa.
El caso de Carlos Manuel es raro, pues, por su propia naturaleza, la farmacia y la política casi no tienen puntos de afinidad, pero él mantuvo equilibrio total en ambas actividades. Si a esto agregamos que la pintura fue otra preocupación espiritual constante, tenemos que pensar que lo de raro adquiere contornos excepcionales. Además, fue un buen caricaturista. La política no pudo anular ni al farmacéutico ni al artista, pero tampoco el artista pudo enterrar al político. Por eso hay que repetir que el caso de Carlos Manuel fue raro.
“El Malo”. En la función pública, tuvo flexibilidad para tratar con propios y contrarios, cualidad que en la Asamblea Legislativa adquiere condición de imperiosa necesidad. Esa facilidad lo convirtió en factor imprescindible para encontrar convenios y acuerdos. Cuando era necesario un entendimiento, todos, liberacionistas y antiliberacionistas, lo buscaban. Entonces comenzó a llamársele “el malo”, el Malo Vicente. Pero todos sabíamos que era un malo bueno, un ciudadano, un liberacionista, un diputado que solo buscaba el bien, lo que pudiera obtenerse en beneficio de las comunidades, en la educación, en la salud, para la democracia.
En la segunda administración de Figueres ocupó, para sorpresa de muchos, el Ministerio de Gobernación y Policía. Pocos podían entender que un cargo, propio de abogados, fuera desempeñado por un farmacéutico. Pero pronto se comprendió que lo desempeñaba con propiedad y lucidez porque, en el fondo, se trataba de una labor de políticos, y Carlos Manuel lo era a carta cabal.
En esa función, fundó la Guardia Rural, cuerpo de policía que desempeñó una labor de gran importancia en la seguridad nacional y en el desarrollo del país. “El guardia rural –decía– ha de ser amigo de los campesinos, un compañero. Vigilará el orden, pero, también, ayudará en las labores del campo, y hasta tendrá que capacitarse en primero auxilios y atender un parto, si tal cosa fuera necesaria”.
Carlos Manuel fue permanente en toda labor política del Partido Liberación Nacional desde su fundación, y, en esto, sobrepasó a la mayor parte de sus dirigentes tradicionales. Algunos se mantenían activos cuando el partido ganaba y, al perder, se marchaban a sus actividades particulares, abandonando toda acción pública. Al contrario, se puede decir de Carlos Manuel que mantuvo actividad política sin interrupción durante 70 años. Fue un político vocacional de excepción.
También se preocupó por la enseñanza, pues siempre creyó que desarrollo y educación han de caminar de la mano. Fundó escuelas, centros vocacionales y hasta un colegio de enseñanza secundaria que los vecinos agradecidos le pusieron su nombre.
Raíces. Cuando cumplió 78 años de edad, fundó y dirigió al grupo Raíces, con la única preocupación de difundir las ideas socialdemócratas cuando sus máximos dirigentes abandonaron esa función. Por su empeño y tenacidad, Raíces publicó más de cuarenta libros, donde recogió el pensamiento socialdemocrático de sus ideólogos y lo difundió en la dirigencia de base del partido. Por muchos años, este fue el único contacto que los sectores populares tuvieron con el partido.
Carlos Manuel se graduó de farmacéutico y ejerció con propiedad el arte de la pintura, pero sus verdaderos tubos de ensayo y sus pinceles los trasladó a la paleta de la acción pública y al laboratorio fecundo de la política.
El autor es abogado.