San José necesita más parques. Tantas calles, edificios y cemento asfixian. Muchos vamos un sábado o un domingo a La Sabana, hacia lo poco que le queda a San José de espacio abierto y natural. Desde niño aprendí que La Sabana fue nuestro aeropuerto. Era poco más que un gran potrero con pocos o ningún árbol y una torre de control que hoy es museo. El viejo aeropuerto estaba en las afueras de San José. Años después se transformó en el parque que conocemos.
Supongo que la belleza de los parques es que aun cuando nacen sin serlo, al transformarse se dan en pleno a quienes los usamos. Yo sólo conocí La Sabana como parque y ahí aprendí a jugar fútbol con mi hermano. Anduve en bicicleta, corrí, hice picnic. Hoy ese parque sigue creciendo. No en tamaño, sino en usos. Hay quienes van a hacer deporte, parejas van a conversar, niños estrenan sus juguetes, familias pasean. Artesanos, vendedores de comida, mejengueros formales de béisbol y de fútbol, papalotes, pescadores, fotógrafos. Personas que van a leer, a matar un rato o a hacer la digestión. Policías, entrenadores y vendedores, personas que trabajan y gente que descansa o se divierte. Jóvenes y adultos que donan su tiempo sembrando árboles.
Más parques. ¡Cómo le hacen falta más parques a la ciudad! ¡¿Por qué no hay más?! Son espacios públicos valiosísimos ¿Cuánto se ahorra el país en gastos por enfermedades que ahí se curan o previenen? ¿Cuántos se ganan ahí el sustento? El potencial y beneficios que brindan los espacios públicos son enormes.
Una razón que se argumenta para no hacer más parques es que no hay espacio. Pero ¿qué hay de las afueras de San José? Ahora que se abrió la ruta 27, por ejemplo, podríamos crear parques en los hoy potreros. Cada uno, diez veces más grande que La Sabana. Dentro de 30 años, o más, los niños que jueguen ahí se sorprenderán cuando escuchen que esas eran las afueras de la ciudad.
El autor es director de Conservación Internacional-Costa Rica