Estamos a tres semanas (5 de diciembre próximo) de la elección de alcaldes, vicealcaldes, síndicos y concejos de distrito, quienes durarán en sus cargos seis años, un tiempo suficiente para elevar las condiciones económicas, materiales, sociales e institucionales de los cantones, o bien para llevarlos al despeñadero.
A los futuros alcaldes o alcaldesas, con su respectivo equipo, y a los actuales regidores, se les presentan tres retos enormes: poner al día los gobiernos locales, rezagados en el continente, por dejación irresponsable de gobiernos y partidos políticos en el pasado; erradicar de su seno una carga pesada de corrupción e ineficiencia, como lo demuestran las graves denuncias acumuladas en no pocos, y hacerles frente a todo lo concerniente con la gestión de riesgo y gestión del territorio. La imprevisión en materia de desastres ha sentado en el banquillo de los acusados a no pocos municipios y los ha condenado.
No hay excusas. Numerosos artículos y reportajes han puesto de manifiesto, en estos años, la brecha entre la calidad y la cantidad de estudios científicos, anunciadores de los desastres sufridos, y la negligencia de los responsables de su lectura esmerada, de su estudio concienzudo y de la aplicación de sus conclusiones y recomendaciones. No vale la exiguidad económica o financiera para hacer frente a estos terribles y oportunos avisos, relacionados directamente con el derecho sagrado a la salud y a la vida.
Bien han hecho los medios de comunicación en darle realce informativo a la elección de los alcaldes. El despliegue de La Nación en este campo ha sido encomiable. Sus debates en las cabeceras de provincia, seguidos de una información abundante y precisa, han estimulado a muchos ciudadanos. En esos encuentros se han detectado las necesidades impostergables de la gente.
Cabe, pues, a los electores una gran responsabilidad: saber elegir. No se trata aquí solo de partidos, de amistades y, mucho menos, de las burdas maniobras para cautivar a los votantes. Se trata de elegir alcaldes y vicealcaldes que, además de la vivencia de los valores éticos, estén capacitados para gestionar, administrar, planificar y ejecutar. Los desastres naturales se pueden centuplicar por los desastres políticos.
Pongo como ejemplo tres cantones: Santa Ana, Belén y Escazú, tres zonas de alta vulnerabilidad, urgidos de nuevos alcaldes, dada la magnitud de sus cometidos de gestión, orden, cohesión interna e inspiración. Cuando se piensa en los desafíos que penden sobre esos tres can-tones, es inevitable meditar en la responsabilidad que afecta a los electores de todos los cantones.