El Plan Nacional de Desarrollo 2011-14, elaborado por la ministra Laura Alfaro Maykall, es muy interesante. Pone su mirada en el desarrollo humano y propone algunas innovaciones a la estrategia convencional de crecimiento. Eso, en sí, lo califica como documento de lectura obligatoria. Dediquémosle las primeras reflexiones de año nuevo.
Quienes crean que mi pensamiento liberal me obliga a desechar cualquier ejercicio de planificación pública, se equivocan. Planificar no necesariamente es imponer. Más bien, es esencial (si no se quiere meter la pata). Como bien dice la ministra “se debe priorizar entre necesidades y demandas múltiples, canalizando hacia ellas los recursos escasos”. Puesto así, en esos términos, el Plan resulta muy civilizado.
Sus cuatro ejes (metas) son muy rescatables:Aumentar la producción y mejorar la competitividad del país (hacer platica); Reducir el desempleo y atender a los hogares en extrema pobreza (distribuirla mejor); Mejorar la seguridad (para que no nos la quiten); y consolidar una matriz energética sostenible y un desempeño ambiental óptimo (para volverla a gastar). Como ven, giran todos alrededor de la platica. Y cada uno es importante. Pero los dos primeros, como economista, me seducen más por el entorno actual de incremento en la pobreza y el alto desempleo, y las recientes discusiones sobre política macroeconómica.
Mejorar la competitividad del país es una meta esencial. Nada fácil de lograr, agregaría. Muchos empresarios pretenden que el Estado les facilite la rentabilidad mediante devaluaciones artificiales de la moneda nacional, trasladándoles la factura a los más pobres. Eso no es justo. Preferible es tratar de abaratar costos de manera sostenible (por Ej. mejorando la tramitología) e incrementar la competencia para obligar al sector privado a ser más eficiente. La inversión pública en infraestructura también es esencial (hacer más y mejores puentes, vías y carreteras en vez de restringir absurdamente la circulación), gastar más y mejor en educación e investigación (ahora que tenemos un buen ministro), y abrir caminos a mercados emergentes.
En cuanto al desempleo, propone como meta reducirlo a menos del 6% de la fuerza laboral al final del 2014. Es una meta ambiciosa dado el entorno externo desfavorable para el crecimiento interno (no podemos esperar que las exportaciones se disparen si las economías desarrolladas tendrán un crecimiento moderado, inferior al 3% anual). Pero tampoco es imposible. Será interesante ver cómo se desarrollan sus acciones específicas en los próximos tres años. Pero, en todo caso, estas metas y objetivos deberían ser los nuevos propósitos oficiales del año nuevo.