La alianza política y financiera de Arabia Saudita con Egipto ha sido reconocida como vital para preservar el equilibrio que ha cimentado la estrecha colaboración entre estas dos potencias. Las vastas riquezas saudíes y sus conexiones globales se constituyen en un factor clave de la hegemonía que Riad ejerce en el ámbito islámico y también globalmente. Por su parte, la dictadura del exgeneral Abdulfatah al Sisi mantiene en sus casillas a Egipto, el país árabe más poblado y con un poderío militar de singular importancia.
En otras palabras, Arabia Saudita inyecta periódicamente cuantiosos caudales en Egipto, con los cuales la histórica nación de las pirámides, hoy presa de una economía anémica y a punto de caer en el caos de la insolvencia, sobrevive a brincos y saltos. De esta forma, el destino egipcio ha estado en manos del tesoro saudí, que recientemente proveyó a su aliado de $25.000 millones, desembolsados en dos anualidades. Además, Estados Unidos contribuye anualmente con $1.300 millones en asistencia militar, derivada del convenio de paz con Israel de 1979.
La trascendencia de los donativos saudíes, aparentemente, no se ha traducido en una colaboración diplomática estable de parte de Egipto. En el mundo contemporáneo, los lazos de amistad suelen traducirse en el rumbo de las votaciones en los foros mundiales, en particular las Naciones Unidas. Así, el mes pasado, el Consejo de Seguridad de la ONU sometió a votación un acuerdo sobre Siria que, conforme a los rusos, demandaría un proceso de negociación y un arreglo de paz que dejaría con vida al mandatario sirio, tesis que sostuvo Egipto. En contraste, otro sector exigía la cabeza del joven mandatario sirio, criterio que Arabia Saudita apoyó. La divergencia entre las dos naciones fue inmediatamente comentada en la prensa.
También, como efecto de la votación, la relación egipcia con Riad se enfrió y, asimismo, la vital ayuda saudí a El Cairo. Pareciera que fue un paso en falso cuyas fatales consecuencias no fueron medidas adecuadamente por los egipcios.
Como consecuencia, el mercado cambiario en El Cairo sufrió el impacto e intensificó la crisis económica que aflige a Egipto. A pesar de los esfuerzos oficiales, el frente cambiario aceleró su carrera al desplome. A este punto, las autoridades monetarias optaron por dejar flotar la moneda e incrementar las tasas de interés. Según declararon los voceros del banco, la intención de estas medidas fue liberar la moneda para eventualmente retornar al mercado bancario.
Conforme a manifestaciones oficiales, el dólar podría comprarse a 13 libras y venderse a 13,50, en contraste con la tasa previa de 8,88. Asimismo, la corrida por dólares obligó a un racionamiento de la moneda. En este sentido, el Banco Central espera concretar su acuerdo con el FMI para obtener $12.000 millones con miras a tranquilizar el mercado y normalizar el comercio. Para ello requerirá obtener un financiamiento bilateral por $6.000 millones, cortar subsidios y adoptar una tasa cambiaria flexible.
El camino es arduo, pero ya ha sido andado por un sinnúmero de países en situaciones difíciles. Lo cual deja planteado el menú político que el mundo observa, en especial erradicar el terrorismo que choca de frente con la normalización económica. ¿Qué hará Sisi en esta coyuntura?