Una es ajena a los competidores: cuáles problemas, desafíos u oportunidades considero más relevantes. Las restantes tienen que ver con el partido (estructuras), los programas (iniciativas generales), las propuestas (planes concretos), los equipos (posibles ejecutores) y, por supuesto, los candidatos (directores de lo anterior).
Mi primera sugerencia general es esta: a mayor y mejor capacidad percibida sobre el partido, sus programas, propuestas, equipos y candidato para abordar con éxito y apego a la institucionalidad los problemas, desafíos y oportunidades, mejor. La segunda, resultado de la anterior, es no guiarnos por elementos únicos, sino conjuntos de ellos: si sumo la “nota” que pongo a cada variable, ¿cuál oferta genera el mejor resultado?
Los partidos importan por su trayectoria y marco ideológico general, pero, sobre todo, por su acervo de talentos y experiencias para constituir grupos capaces de asumir retos. Las propuestas son mucho más importantes que los programas: estos tienden a ser “saludos a la bandera”; los planes concretos, en cambio, reflejan si hay capacidad de diagnóstico y soluciones precisas.
Sustituya “partido y equipo” por “candidato” y los anteriores factores adquieren trascendencia personal: en última instancia, si llegara a gobernar, el candidato de hoy sería el gran ejecutor (o inhibidor, depende) de mañana. Fijémonos en su trayectoria, ideas y capacidad, pero también en su personalidad: ¿sereno o explosivo?, ¿respetuoso o insultante?, ¿concreto o disperso?, ¿receptivo o excluyente?, ¿confiable o temible? A más de lo primero, mejor.
En última instancia, el voto de cada uno dependerá de prioridades y percepciones diversas. Por esto es importante afinarlas con tiempo y calma. Mi modelo es un plan de entrenamiento y guía para la decisión individual. No pretendo que sirva de receta, pero quizá, sí, de orientación.
Eduardo Ulibarri es periodista. Correo: radarcostarica@gmail.com. Twitter: @eduardoulibarr1