EscucharEn su primera Exhortación evangélica tras llegar al Vaticano, el papa Francisco escribió: "La realidad simplemente es, la idea se elabora”. Tengámosla muy presente al discutir la crisis fiscal que nos envuelve y cómo abordarla.
Cuando apenas se activaba una vía para equilibrar las finanzas públicas y reformar parcelas del Estado, nos cayó la covid-19. La economía entró en recesión, los ingresos se desplomaron, las demandas de gasto se dispararon, el agobio social sacó cara y la necesidad de mayor endeudamiento se tornó inevitable. Esta es la dura y urgente realidad. O actuamos ya o nos hundimos en una catástrofe múltiple. Para evitarla, se impone generar las mejores ideas, a sabiendas de que no existe fórmula perfecta y que el camino lleva al Fondo Monetario Internacional.
Cualquier propuesta —o mezcla de ellas— deberá contemplar rapidez en captar recursos, solidez técnico-económica, iniciativas para impulsar (o no entorpecer) cambios estructurales, mezcla de lo urgente y permanente, y viabilidad política, que incluye lo social. Todo esto debe construirse, e implica dejar de lado las consignas incendiarias (“¡No más impuestos!” es la más destructiva), las poses ideológicas o el atrincheramiento en intereses. Necesitamos pragmatismo y liderazgos constructivos.
La propuesta del gobierno no ha logrado despegar. Su balance entre ingresos y gastos privilegia en exceso los primeros. La estrategia de preparación político-sectorial fue deficiente. Falló en proyectar los mensajes positivos clave: reducción de cargas sociales e importancia de contener la deuda para reactivar la economía, por ejemplo. Desde las oposiciones gremiales, empresariales, sindicales y políticas, varias críticas tienen fundamento conceptual; casi todas, fuerza emocional.
Aun así, la lógica interna del plan original es correcta, aunque algunos componentes no lo sean. Pero como en conjunto está muy chamuscado, la salida requiere revisar, rebalancear y cambiar medidas, dialogar, construir coaliciones responsables y neutralizar a quienes no lo son (muchos, por desgracia). Además, a los que solo plantean ocurrencias deberá recordárseles, como una vez dijo el astrofísico Carl Sagan, que “los alegatos extraordinarios requieren evidencia extraordinaria”. De lo contrario, se quedan en demagogia.
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