Si algunos estudiantes se aficionaran a una materia, sin importar cuál, como al fútbol, no habrían exigido la renuncia del ministro de Educación.
La excelencia, desde siempre, ha estado asociada a la búsqueda personal del conocimiento, a la lectura y a la persistencia. El interés es la génesis de la sabiduría. Aristóteles enseñaba caminando. Los filósofos clásicos se sentaban y sus estudiantes alrededor de ellos para escucharlos.
A Albert Einstein, un profesor le dijo que nunca llegaría a ser alguien en la vida y a Winston Churchill su padre le escribió en una carta, fechada el 9 de agosto de 1893: “Te convertirás en un mero zángano de la sociedad, en uno más de los cientos de fracasos de los colegios privados y acabarás por llevar una vida astrosa, infausta e inútil”. El enojo de sir Randolph se debía a que su hijo hizo tres veces el examen de admisión antes de conseguir entrar a la Real Academia Militar de Sandhurst. Sobra decir por qué tanto Einstein como Churchill son referentes para la humanidad.
Este sencillo signo ? tiene más poder que mil camiones bloqueando una carretera porque el hombre es un ser que pregunta y podría decirse que la historia de la especie humana es la historia de las preguntas y respuestas que nos hemos hecho desde que aparecimos en este planeta, escribió Octavio Paz. Esa es el arma para combatir la ignorancia.
Es cierto, hay profesores inspiradores y gracias a ellos se cuentan por millones en el mundo quienes supieron a temprana edad cuál era su vocación. Pero también es cierto que hay quienes han hallado la inspiración reflexionando sentados debajo de un árbol (no detrás) y de repente les cayó una manzana encima: se non è vero, è ben trovato.
Responsabilidades. La educación necesita modernizarse. Pero lo necesita desde hace más de 30 años. La educación pública se quedó estancada en los aprendizajes del siglo anterior. El problema es responsabilidad de los gobiernos, responsabilidad de los funcionarios del Ministerio de Educación, responsabilidad de los educadores, responsabilidad de los padres de familia y responsabilidad de los alumnos.
Afortunadamente, existen quienes se apartan de la regla o condición general de los demás de su especie. Entre ellos están los maestros y profesores cuya labor sigue adelante en zonas rurales y costeras, deprimidas económicamente o amenazadas por el narcotráfico, incluso en el Valle Central, utilizando aún tiza y pizarra.
Entre ellos están estudiantes que para llegar a sus clases caminan durante horas, van a caballo, cruzan ríos en panga... ¡Cuánto valor se necesita para ir a la escuela de Tejarcillos de Alajuelita, donde los niños pagan un peaje de ¢200 a los delincuentes para entrar a sus aulas!
Malala Yousafzai recibió tres disparos, uno de ellos en la frente, cuando se dirigía a la escuela porque en Pakistán las mujeres tienen prohibido estudiar, y Ruby Nell Bridges Hall fue la primera niña negra en ir a un centro educativo para blancos en Estados Unidos, en 1960. Recibió lecciones sola en un salón durante seis meses porque ningún blanco quería estar junto a ella.
Si esos no son los modelos, hemos estado equivocados durante siglos.
Malas noticias. Pueden renunciar o despedir a quinientos ministros de Educación. Es tarde, muy tarde. El problema es un modelo desfasado y que ciertos educadores no desean, o no les conviene, entender el papel tan fundamental que deben desempeñar para darles las herramientas a sus alumnos para adaptarlos al cambio iniciado cuando la Internet fue liberada para uso doméstico, a finales de la década de los noventa, y ayudarlos a desarrollar sus habilidades cognitivas para aprender. En lugar de eso, los usan como escudos de demandas irracionales.
Las clases en línea ganan terreno, en algunos años serán necesarios menos profesores y los grandes edificios educativos pasarán a ser piezas de museo; en la casa, basta con una computadora y buena conexión a la red para recibir lecciones, incluso de las universidades más prestigiosas del mundo. ¿Contra quién se van a poner en huelga? Las bibliotecas pierden adeptos porque Google pone a disposición de la gente los grandes clásicos y muchas obras más.
Otra realidad: los gurús de las empresas llamadas superestrellas no son ejemplo de intelectualidad. Steve Jobs, fundador de Apple, fue seis meses a la universidad porque no tenía dinero para costearse los estudios. Su biografía es muy conocida porque fue dado en adopción y una práctica hecha en Hewlett-Packard lo inspiró a sumergirse en el mundo de la tecnología.
Bill Gates vio por primera vez una computadora en su escuela en 1968 y se aficionó a la informática. Cursó dos años de Derecho en Harvard y abandonó la carrera para dedicarse a crear Microsoft.
Los mencionados son los forjadores de un nuevo mundo en el cual los alumnos de hoy deberán abrirse paso sin llorar porque la competencia será muy dura. De las nuevas generaciones dependerá que el éxito se conciba no solo como resultado de logros financieros, que es a lo que aspiran sus mentores.
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Guiselly Mora es editora de la sección de Opinión de La Nación.