Soy proclive a andar con los hombros encorvados y los ojos clavados en el suelo. ¿Es por desconfianza, prudencia o estrechez de miras? Dice Nicola Lagioia que los hombros encorvados dan fe de la lucha que en ciertos períodos de la vida mantenemos para no dejar que nuestra identidad se vea arrastrada por la falsa imagen que los demás tienen de nosotros.
No sé si comprendo al escritor italiano, pero mi modo de andar es como si se tratara de una manera de evadir el juicio ajeno, por temor o por modestia. Una vía de escape totalmente inútil porque, en definitiva, no hay forma de exonerarse del dictamen de los demás, por dos motivos emparentados.
Uno lo explica el teorema de Thomas: si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias. Otro se obtiene parafraseando el refrán español dime cómo andas y te diré quién eres.
¿Condiciona el modo de andar la forma de ser o de hacer, o al revés? Quién sabe. Por ejemplo, un observador cuenta que el poeta alejandrino C. P. Cavafis caminaba ligeramente ladeado, en ángulo con el universo, y un comentarista apunta que la nota más característica de su pensamiento es la inestabilidad, la incertidumbre del individuo.
Pero, bueno, salvo si se es un histrión, es imposible librarse de la manera de andar que a cada uno le ha tocado en suerte, como no la hay de sustraerse al juicio ajeno. Es lo más genuino que tenemos. Se pretende, además, que es un rasgo de familia, nuestro destino genético o cosa parecida, del que no somos responsables.
Hay infinitas maneras de andar, y entre tantas no se escoge. Más fácil así. Por ejemplo, a diferencia del mío, está el modo altivo de las personas que van con la frente mirando al cielo, como si dijéramos cara al sol.
Este rasgo no tiene significación política; no implica, pongamos por caso, que esas personas se dejarían tentar por aquel himno funesto que comienza: “Cara al sol con la camisa nueva / que tú bordaste en rojo ayer, / me hallará la muerte si me lleva / y no te vuelvo a ver”.
En fin, si me ven andar encorvado no piensen que es por el peso del tiempo o de los acontecimientos. Solo es mi modo de andar.
carguedasr@dpilegal.com
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.