En días pasados, varios escritores, periodistas y docentes universitarios se dieron a la tarea de despellejar vivo en Facebook a un escritor costarricense. Al observar lo sucedido, no pude evitar asociarlo con las quemas de personas practicadas en el pasado por la Santa Inquisición.
Puede ser que ese escritor, a quien no conozco y con quien nunca he tratado, sea culpable de todo lo que se le imputa, pero si él es un monstruo, más monstruosamente se comportaron quienes lo despellejaron vivo, y no solo por el ensañamiento y el odio con que procedieron.
Hacer justicia no consiste en deshumanizar a quienes podrían haber deshumanizado a otros, sino precisamente lo contrario: reconocer siempre y en todo momento su condición humana, con los derechos correspondientes, de manera que solo se les pueda responsabilizar por sus actos después de un debido proceso. Por eso, la ley nunca debe ser tomada en las propias manos, aun cuando una corporación como Facebook lo posibilite.
Cada vez que observo situaciones de ese tipo y constato que quienes encienden y atizan las hogueras son personas con estudios universitarios (algunas tituladas en prestigiosas universidades extranjeras), no dejo de pensar en la pobreza de la educación superior, que no siempre logra humanizar a sus graduados.
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El autor es historiador.