Una agria disputa entre el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y su popular ministro de Justicia, Sergio Moro, desembocó en la renuncia del segundo, el viernes.
La escena se acentuó con golpes sobre la elaborada mesa de conferencias de Bolsonaro, por la insistencia de Moro en que, para los fines del mandatario de obtener información sobre otras personas, en especial aspirantes a la presidencia, sería preferible alguien de más confianza. No olvidemos que Moro alcanzó renombre por destapar el abominable caso denominado “lavado de autos”, que enterró a Lula. Más tarde, ese día, Moro explicó que Bolsonaro insistía en tomar el control del aparato policial con un nuevo jerarca, quien le proporcionaría informes sobre determinados funcionarios y parientes.
Después de la segunda ronda de agitadas discusiones, Moro insistió en que Bolsonaro, posiblemente, deseaba intensificar las averiguaciones sobre gente cercana con la finalidad de obtener “palancas” para influir en su conducta. Las acusaciones de Moro ya pasaban a un plano personal inaceptable para el mandatario. Moro mantuvo, hasta la sonada vista presidencial, un alto grado de popularidad por su liderazgo en el combate contra las drogas. Por su parte, Bolsonaro, llamado “el Trump de los trópicos”, es visto como un líder decisivo y cuenta con más del 30 % de apoyo cívico. Está claro que esta agitación aminora la necesaria y creciente atención en la lucha contra el coronavirus, cuyos números subrayan la gravedad de la amenaza.
En la vista del viernes, en el Ministerio de Justicia, Bolsonaro afirmó varias veces que necesitaba una persona con quien pudiera estar en contacto directamente para recibir información y reportes de inteligencia. En esos términos, Moro reiteró las declaraciones del presidente y agregó que previno a Bolsonaro de la ilegalidad de su plan. Asimismo, era evidente que el mandatario estaba preocupado por casos pendientes contra dos de sus hijos ante la Corte Suprema, razón por la cual el cambio policial indicado ayudaría quizás en dicho foro. Con posterioridad a la declaración de Moro, el procurador general señaló que la conducta descrita de Bolsonaro, de ser cierta, sugería que el presidente había quebrantado numerosas leyes, incluso algunas contra la corrupción y obstrucción de la justicia. Bolsonaro, por su parte, replicó esa tarde a Moro, a quien tildó de vano, mentiroso y deshonesto. ¿Qué pasará ahora con el “fantástico líder”?
El autor es politólogo.