Robert Mugabe ha demostrado un inmenso talento para asumir papeles diversos, muchas veces antagónicos y en forma simultánea. Ayer, a sus 93 años, renunció como presidente.
Fue muy complejo el entorno que mantuvo a Mugabe en la cuerda floja. El domingo, en una accidentada alocución al país, Mugabe evadió el tema central de su discurso, que era su separación del cargo. En cambio, se enfiló a elaborar una serie de iniciativas inconexas para recobrar la paz y el orden en el país. Rodeado de militares y prelados, afirmó que haría un recuento más amplio en el próximo Congreso de su partido, Zanu-PF, en diciembre.
Los encumbrados personajes que enmarcaron su presencia para la prensa, y particularmente la televisión, permanecieron mudos e inmóviles. Nadie le aclaró al público que Zanu-PF ya había resuelto expulsarlo del partido. Para sustituirlo, el partido nombró al vicepresidente Emmerson Mnangagwa quien, además, ha ganado gran prestigio entre los uniformados por su desempeño en diversas campañas bélicas. Agreguemos que el vicepresidente es conocido por su mote de “cocodrilo”, debido a su capacidad de supervivencia física y política. Hacía pocos días que Emmerson había sido destituido por Mugabe, por lo que su retorno al cargo constituiría un desagravio.
Entretanto, la situación básica se mantenía, sin que Mugabe hiciera intento alguno por abandonar la presidencia ni los uniformados por extraerlo de su nicho. El lunes, sin embargo, y de manera sorpresiva, las Fuerzas Armadas comunicaron que habían llegado a un acuerdo para la partida de Mugabe. Asimismo, y dado que la ex primera dama, Grace Mugabe, con 53 años de edad, tampoco se había apartado de sus tareas partidistas, el Zanu-PF la cesó con regocijo por ser una figura controversial y hostil.
Es fácil frustrarse al notar cómo diversos órganos militares y políticos trazan la línea en la arena para luego retroceder y de nuevo reemprender la marcha y marcar otras líneas en el camino. La explicación de diversos conocedores por esta danza es que en la sociedad de Zimbabue predomina un gran respeto por los ancianos, y no había ánimo alguno para cumplir con órdenes castrenses o políticas a costa de penurias o maltratos para el presidente más anciano del planeta. Al final, la noticia de su renuncia se anunció en una sesión extraordinaria del Parlamento convocado para debatir una moción de destitución de este hombre que controló Zimbabue desde su independencia de Gran Bretaña en 1980.
Jaime Daremblum es politólogo.
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