En el marco de una conferencia de prensa de tono grave, el rector de la Universidad de Costa Rica, Henning Jensen, se dio una oportunidad para el humor. La institución no tiene ningún “tráfico” en planilla y “el único que sufrimos es el que se da a las 5 p. m.”
Ese argumento, y la tentativa de humor, los esgrimió para desacreditar informaciones de La Nación sobre el sistema de compensación vigente en la universidad a su cargo. En efecto, la planilla presentada por la institución educativa al Sistema Centralizado de Recaudación (Sicere) de la Caja Costarricense de Seguro Social no tiene “tráficos” y si la gracejada pretende criticar el empleo de la expresión con que popularmente se designa a los oficiales de tránsito en Costa Rica, vale.
En la planilla presentada por la universidad a la Caja, tampoco existe la categoría “oficiales de tránsito”, sino “policía e inspector de tránsito”, así que el rector perdonará el desliz del párrafo anterior. Léase, pues, “si la gracejada pretende ser crítica al empleo de la expresión con que popularmente se designa al policía e inspector de tránsito en Costa Rica, vale”.
Aclarado el problema terminológico, la planilla universitaria da cuenta de 249 “policías e inspectores de tránsito” cuyo sueldo promedio, en octubre, fue de ¢1.057.526. Sesenta de ellos ganaron más de ¢1,3 millones. En el Ministerio de Obras Públicas, los “policías e inspectores de tránsito” con experiencia ganan ¢630.000, y ¢800.000 si poseen un título profesional.
Al rector se le hace fácil explicar la diferencia: “Tenemos otras categorías. Entonces, la clasificación del Sicere no refleja la ocupación real. Es, más bien, una homologación de puestos”.
En otras palabras, la universidad no emplea tráficos, ni oficiales de tránsito y tampoco policías e inspectores de tránsito, sino algo muy parecido. Por eso la diferencia salarial.
El año pasado, cuando el rector hablaba en serio, declaraba ante la Comisión de Asuntos Hacendarios de la Asamblea Legislativa que el régimen salarial de la universidad es insostenible. Eran épocas de menos humor o, quizá, menos proximidad al proceso electoral interno que decidirá si el alto funcionario permanece en el cargo.
Glenn Sittenfeld, contralor de la universidad, también ha dicho, muy en serio, que los pluses vigentes distorsionan el salario y “si la situación sigue así, las finanzas podrían colapsar”. Eso no es cuestión de broma, nomenclatura o fidelidad a la lengua castiza.