El desarrollo de la humanidad se ha definido hasta ahora por la condición en que se encuentran las personas: los países que se acerquen más al estándar predefinido son desarrollados y los que no son “subdesarrollados”, o, para decirlo más bonito, en “vías de desarrollo”.
El índice de desarrollo humano (IDH) utilizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es un ranquin en el cual los países más cerca de 1 son considerados de mayor desarrollo, medido a partir de tres dimensiones: salud, educación e ingreso.
En salud, el parámetro es la esperanza de vida al nacer; en educación, los años de escolarización en promedio y la tasa de alfabetización; y el ingreso se basa en el promedio per cápita.
En el informe de desarrollo humano del 2020, publicado por la ONU, empezó a gestarse un movimiento en contra de esa calificación.
Este informe, cuyo título es “La nueva frontera: desarrollo humano y el Antropoceno”, es innovador, y permítanme decirlo, revolucionario.
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Otro enfoque mundial
En la medición tradicional, Noruega ocupa el primer lugar (0,957), seguida de Irlanda, Suiza, Hong Kong, Islandia, Alemania y Suecia. Costa Rica aparece en la posición 62, empatada con Malasia, con 0,810 puntos.
Esto nos hace estar en la cola del león, casi de últimos en la clasificación más prestigiosa del ranquin de desarrollo humano, categorizada como “muy alto desarrollo humano”, en competencia al más alto nivel en esperanza de vida al nacer; segundos en América, solo superados por Canadá; y primeros en América Latina, superando a Chile por una décima.
No ocurre lo mismo en años de educación por persona e ingreso per cápita, donde sí ocupamos buenas posiciones, pero menos competitivas.
La innovación incorporada en la última medición es el aporte experimental, lo que se denomina el Antropoceno, o la era geológica de la humanidad.
Consiste en reconocer que los momentos de extinción están marcados por acontecimientos que no son producidos por el ser humano, como la desaparición de los dinosaurios y las rupturas continentales, entre otros.
Cambio de perspectiva
En la actualidad, en cambio, es la acción humana la que más incide en la vida y el futuro del planeta. Es lo que se denomina una nueva era geológica, cuyo principio aún no es preciso.
Algunos científicos opinan que comenzó con el descubrimiento de la agricultura, mientras otros creen que fue con la Revolución Industrial.
¿Cómo hicieron esto los promotores del IDH? Agregaron una cuarta dimensión, un nuevo índice experimental sobre progreso humano, en el que se integran las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países. Una medida de la extracción de materias primas en el mundo para cubrir la demanda nacional.
Esta medición revela algo que ha sido objeto de debate desde hace años, particularmente, desde 1972, cuando se llevó a cabo la Conferencia de Estocolmo y se puso en la agenda mundial la degradación ambiental y los límites planetarios al crecimiento. Se trata del costo de estar en los primeros puestos del desarrollo humano.
Si la medición del IDH se hiciera ajustándose a este nuevo índice experimental, Costa Rica ya no ocuparía el puesto 62 del ranquin: subiría fácilmente treinta lugares.
Reservas planetarias
Un ejemplo es Noruega, país con el IDH más alto, como mencioné (0,957), y Costa Rica con 0,810; sin embargo, cuando se ajusta el IDH considerando la huella material y las emisiones, nuestro país alcanza un IDH de 0,961 y Noruega baja a 0,816. Del puesto 62 saltamos al 33.
Mediante este nuevo diseño de las “reglas” el predominio de África en los primeros lugares tiene varias implicaciones para el futuro de la humanidad.
Las reservas planetarias, no me refiero a petróleo, sino a agua, bosques y jóvenes, están en estos países y en algunos de Centroamérica. Son los que menos emisiones registran y su huella material es la más baja. Por tanto, el desarrollo de las grandes potencias y empresas es muy caro para la supervivencia.
En términos de prospectiva global, los datos emiten una señal fuerte de hacia dónde podrían trasladarse los conglomerados humanos en el futuro y dónde se situarán los polos de desarrollo.
No es casualidad que grandes empresas transnacionales, e incluso países, inviertan en esas naciones en agua, adquisición de tierras y bonos de carbono, lo cual se reflejará en el mercado de valores a mediano y largo plazo.
Para algunos analistas de tendencias, este mercado de valores a largo plazo será uno de los más robustos indicadores para saber hacia dónde se dirige el mundo.
La visualización de los datos conduce a pensar en forma profunda y diferente acerca del desarrollo que deseamos. Seguir las huellas de las grandes potencias de alto desarrollo humano quizá no sea el modelo más conveniente, sino emular a los países africanos y algunos centroamericanos.
La consideración del Antropoceno no solo nos debe ayudar a detallar la forma como el ser humano puede destruir el planeta en aras del progreso, también, nos dice que somos capaces de revertir estos patrones y dar forma a una nueva sociedad.
El autor es docente en la UNA y la UCR.