Dos testimonios

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Leímos los libros, publicados en Costa Rica, de dos autoras extranjeras, las señoras Liesel Derezinski Selva, nacida en Tegucigalpa en 1935, y Luisa Hermans, nacida en Bruselas en 1920. El primero ( Nuestra odisea , Ediciones Uruk) apareció en el 2006, el segundo ( Esmeralda, crónica de mi supervivencia , Editorial Promesa) es del año que corre. Ambos relatan los padecimientos que la Segunda Guerra Mundial les trajo a ellas y a sus familias, habitantes, en el momento del estallido, de dos países que, cuando el conflicto ya era inminente, debían de considerarse ajenos a él: Honduras por su lejanía, Bélgica por su declarada neutralidad. Sin embargo, la guerra no tardaría en convertir a ambas mujeres en víctimas directas por razones muy distintas: a una, porque la dictadura hondureña de entonces vio en su padre a un enemigo de la “democracia”; a la otra, por haber actuado como debía hacerlo, una vez que su país fue invadido y ocupado. Pese a que difieren en el orden literario –uno es fluido y directo; el otro, minuciosamente documentado–, la lectura de ambos libros en un corto período nos hace sentirlos complementarios.








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