El huracán María hizo impacto en Puerto Rico y causó una destrucción sin par en la historia contemporánea de la Perla de los Mares. A su paso, sembró muerte y arrasó edificios, sobre todo, las humildes viviendas de campesinos y trabajadores, víctimas primarias del desastre.
Unos días antes del monstruoso impacto, la Casa Blanca miraba atenta el curso del huracán. Formuló entonces planes iniciales de asistencia para ese territorio norteamericano y los 3,4 millones de estadounidenses que habitan la isla. Después de darle un vistazo presto al papeleo, el presidente proclamó la supervictoria de su administración. Acto seguido, se marchó satisfecho a los campos de golf de uno de sus lujosos clubes en Nueva Jersey.
Durante su estadía, el presidente se dio de trompadas por Twitter con los rectores de los mayores equipos futboleros de Estados Unidos. La gresca estaba motivada por la negativa de los jugadores a ponerse de pie para escuchar el himno nacional. Trump, el preclaro líder de la República, montado en furia, dictaminó que a esos hijos de p... había que romperles sus contratos y enviarlos a gozar de los calores del infierno. Nada menos era aceptable para él.
Entre tanto, María causaba estragos en Puerto Rico. Inmensas porciones del territorio estaban empantanadas y un sentido de máxima urgencia reclamaba el auxilio de las autoridades federales, de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencia y la mismísima Casa Blanca. Fue en ese punto que el huracán confrontó a Trump. A tientas, atinó a llamar al personal de la presidencia para empezar a hacer lo que no se hizo mientras él jugaba golf.
Era gigantesco el paquete de lo que urgía, empezando por despachar al Ejército para brindar auxilio a la población y colaborar con el afianzamiento de viviendas y los despachos gubernamentales. Agua, medicamentos y la infinita lista de emergencias encabezaban la lista pendiente y todo eso demandaba tiempo. Esta etapa crítica fue coronada con una violenta embestida radiofónica de Trump contra la popular alcaldesa de Puerto Rico, cuyo único pecado fue reclamar acción pronta para rescatar víctimas y enfermos.
Si lejanamente Trump ansiaba conseguir apoyo en San Juan para él y los republicanos, mejor que se olvide. Aquello ya es de los demócratas. Los republicanos recibirán votos en Florida, pero, aparte de insultos y horripilantes recuerdos, nada más aportará Borinquen para el despistado mandatario. Y peor todavía, ahora Trump deberá encarar la horrible tragedia en Las Vegas.