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Amnesia

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Reconozco que no se vale usar una columna permanente para comentar un asunto personal sin que una interpelación ajena haya comprometido al columnista, lo que en mi caso no ha ocurrido porque, dado lo anodino de los temas que suelo abordar, raras veces recibo una réplica. Pero no resisto la tentación de contar que la semana pasada sufrí un peligroso, aunque predecible percance: por fin volví a tener un cumpleaños. Explico: familiares y amigos me felicitaron con generoso entusiasmo por un aniversario que me atrapó en la plenitud de la vejez (tómese lo de plenitud con toda la carga de ironía que la palabra aguanta). Declaro que mi agradecimiento será vitalicio, pero –debo advertirlo– a mi edad eso no representa un compromiso a largo plazo.








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