Mientras el mundo avanza a toda velocidad con la mente fija en la superación y bienestar de sus pueblos, en Costa Rica nos estamos matando por un basurero.
Mientras el mundo lucha por modernizarse, ser cada vez más competitivo y resolver sus necesidades con visión y optimismo, el destino del país pende de un basurero.
Y mientras el mundo se abre paso con ideas, brío y tesón para enfrentar los desafíos del nuevo siglo, nuestros guardias civiles y pobladores se agarran a pedradas por un basurero.
Esa es, costarricenses, nuestra triste realidad. Nacimos para ser chiquiticos, y chiquiticos nos vamos a quedar. No hay vuelta de hoja.
Había que ver en la televisión al guardia civil recogiendo, puliendo y apuntando la piedra que iba a lanzar al manifestante. ¿Es ese el nuevo papel de nuestras autoridades? ¿Son esas las instrucciones que reciben de sus superiores? ¿Se moderniza así nuestra policía?
Y había que ver también la histeria de una comunidad que, al igual que el resto del país, desde hace tiempo piensa, come y duerme basurero.
¿Es que nuestra gente no tiene otras ambiciones, otras inquietudes y otros horizontes más allá de un basurero?
Las escenas de anteayer en Santa Ana son tan elocuentes que no necesitan palabras: nos retratan de cuerpo entero.
Duele decirlo, pero seguimos siendo un país en donde nuestras grandes metas y preocupaciones parecieran reducirse a la banalidad de un basurero. Un basurero que nos ha costado ya muchísimo tiempo, muchísimos millones de colones y muchísimas vergüenzas.
Seguimos sin poder salir del hueco. No vemos la luz. Por sobre lo racional, el arrechismo de unos y el vandalismo de otros. Por sobre la lucidez, el salvajismo; la sangre que va al río. Lo demostramos una vez más este jueves.
Vamos a llegar al siglo XXI no como era de esperar, con una clara visión del futuro o de lo que queremos para ser mejores, sino a tarrazo y pescozón limpio como los más mediocres y subdesarrollados del mapa. Lo del basurero es un asunto tan nimio como municipal. Sin embargo, ante la manifiesta incompetencia del gobierno para resolverlo, un día se volvió nacional, y es probable que después de que este jueves corrió la sangre de corresponsales extranjeros víctimas de las pedradas, se vuelva mundial.
Y ahora seremos famosos como país que va a contrapelo del resto de la humanidad por causa de algo tan instrascendente como un botadero de basura.
Estamos por creer que algo grande se esconde detrás de cada basurero que se intenta abrir. ¿Algún hechizo, o algún chorizo? No sabemos qué, pero hasta riman y quizá sea la única manera de explicarse esta anticipada y extraña rapiña para encararlo.
Por eso, es increíble que habiendo de por medio en este país retos más apremiantes y dignos de enfrentar, no haya habido forma hasta ahora de salirse de ese hueco en el que, para variar, nos metieron desde un principio los políticos gracias a su proverbial tacto, destreza y sensibilidad para liderar las cosas del pueblo.
Es pues imperdonable que para encontrarle una solución al problema de la basura, nos hayamos colocado al nivel del mismo basurero que se intenta abrir.