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Tortura

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Con pocas horas de diferencia fueron presentados públicamente sendos informes que vienen a confirmar que, en los dos países demográficamente más vastos de nuestro continente, los Gobiernos autorizaron, en épocas asaz recientes, la tortura como práctica regular en sus centros de detención. El martes, lo hizo en Washington la Comisión de Inteligencia del Senado; el miércoles, en Brasilia, la Comisión de la Verdad nombrada por la presidenta Rousseff, ella misma sometida a tortura por los militares. Al leer los resúmenes que sobre ambos informes publicó la prensa, lo que nos sorprende no es la naturaleza vergonzosamente brutal de cuanto se revela en ambos casos, sino el hecho de que todo lo que ahora se divulga había sido dado a conocer, tiempo atrás, por diversas fuentes independientes. Así, pues, nada nuevo bajo el sol y, en muchas de las reacciones de repudio que ahora son meras muestras de oportunismo, tenemos que ver los síntomas de una enorme hipocresía colectiva.








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