Aun cuando los actuales legisladores no lo compartan, parece haber amplio consenso en que el edificio proyectado para albergue de la Asamblea Legislativa será un adefesio arquitectónico merecedor, in saecula saeculorum, del mote de Calepa (caja de leche pasteurizada). Un afinamiento alajuelense sugiere apodarlo el “tetrachunche” y, para ahorrarnos la ilusión de meter el previsible espantajo en The Guiness book of records, debemos saber desde ahora que no gozará de la perfección geométrica de The Pentagon, de Estados Unidos, ni de la espeluznante sobredimensión del Palatul Parlamentului din România, de Bucarest, cuyos casi cuatrocientos mil metros cuadrados comenzaron a erigirse en 1985 y siguen todavía inconclusos.
Ahora bien, la explicación es muy simple: el proyecto nacional nació como la compulsión faraónica de unos diputados sedientos de inmortalidad, malinterpretada luego por proyectistas ajenos al sentido estético-urbanístico. Los primeros deseaban una pirámide para yacer en ella y, por arte de birlibirloque, los segundos transformaron esta en lo que ya apuntamos: una caja de leche. Se pasó del Tetra Pak al Tetra Brik, probablemente siguiendo el mismo proceso mental que experimentaron en su oportunidad los ingenieros industriales suecos.
A mediados del siglo XX inventaron en Suecia un empaque higiénico para alimentos que consistía en un tetraedro regular de cartón impermeabilizado, que podemos describir como una singular pirámide hueca cuyas caras, incluso la base, eran triángulos equiláteros. Fue el llamado Tetra Pak (del griego tetra que significa cuatro). Los niños llevaban al kínder, con la merienda, dos decilitros de jugo de fruta contenidos en un “tetrapaquito”, y los disfrutaban después de horadar el centro de una de las caras con el extremo afilado de una pajilla. Las “pirámides” Tetra Pak que conocimos se acomodaban fácilmente en los estantes comerciales, pero los suecos fueron modificando el diseño hasta lograr la forma de ladrillo y crearon el Tetra Brik, la ahora tan familiar caja de leche, un desafuero etimológico puesto que no tiene cuatro sino seis caras.
Ocurrió que los inquilinos del Capitolio pensaron, ab initio, en tallarse su lugar en la historia, no legislando como estadistas, sino ordenando la construcción de un robusto tetraedro; solo que en el camino alguien perdió el norte estético para decantarse por un contundente ladrillazo.