Una revolución callada ocurre en el sector exportador. Sin estridencias pero, como toda revolución, profunda. Costa Rica se está convirtiendo rápidamente en un exportador de servicios moderno y diversificado.
Este tipo de ventas al exterior no solo es un negocio cada vez más grande (en el 2014 dejó cerca de $6.000 millones frente a los menos de $2.000 millones diez años atrás) sino que ya no dependemos solo del turismo: el país también vende análisis financieros, desarrollo de software, tecnologías de información y comunicación, entre otros.
Para que se den una idea: las ventas de informática e información son casi tan grandes como el turismo. Y a esto habría que sumarle, en buena ley, los servicios que como insumo utilizan muchas de nuestras exportaciones manufactureras.
En los últimos treinta años, Costa Rica pasó por varias mutaciones, un dinamismo extraño para un país que se piensa como si estuviera en estado catatónico.
Éramos, al inicio, un exportador de postres (café y banano) y de maquila textil, intensiva en mano de obra poco calificada. En los noventa, vivimos una primera metamorfosis de nuestra oferta exportadora con la llegada de Intel, el desarrollo de nuestra marca turística y los nuevos productos agrícolas de exportación.
Esta transformación fue como miel para atraer un conglomerado de empresas manufactureras más sofisticadas, como los dispositivos médicos.
Hoy estamos inmersos en una segunda metamorfosis: el advenimiento de los servicios como eje de nuestra plataforma exportadora. Costa Rica no es meramente un sitio de call centers para recibir quejas de usuarios insatisfechos. Hay de eso, pero la parte más novedosa es lo que estamos haciendo en campos como los centros de servicios compartidos, ingeniería y diseño, turismo médico, tecnologías digitales y software. Todas estas actividades generan un buen valor agregado al país.
Pero (toda buena historia tiene siempre un pero), a mediano plazo enfrentamos retos complicados. Estas actividades requieren mano de obra calificada y el perfil de nuestra oferta sigue siendo básicamente no calificado. O sea, la mayoría estará out del nuevo in . Fuera del turismo, la mayor parte de las regiones no tienen mucho que ofrecer, ven el dinamismo de lejos, por lo que no participarán en este progreso y, en un servicio de gran interés como la investigación y el desarrollo, estamos rezagados.
En estos temas, la articulación de una robusta plataforma de política pública de apoyo productivo, educación, ciencia y tecnología será decisiva.
Jorge Vargas Cullell (*)Jorge Vargas Cullell es gestor de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.