Hace algún tiempo leía la predicción de un lingüista en el sentido de que la evolución del idioma inglés corría en sentido tan disímil entre los británicos y los estadounidenses, que en algún momento del siglo XXI les iba a ser materialmente imposible entenderse unos a otros.
Ignoro si fenómenos similares pueden presentarse con otras lenguas pero sí es una realidad que todas ellas se hallan en procesos permanentes de cambio, para bien o para mal.
En todo caso lo que me interesa para efectos de este comentario es la transformación que ha experimentado el español que hablamos los costarricenses, en cuanto al desuso en que han caído en pocos años una gran cantidad de palabras aún en perfectas condiciones.
Vamos a las pruebas. Para dar sentido al título de esta opinión, comienzo con una de las que yo más extraño: pescozón, o sea, golpe. La gente se daba de pescozones, o de trompadas (otra más prácticamente extinta), pero usted y yo sabemos muy bien de qué se dan ahora las personas.
Dios libre instalar hoy una pulpería. Mínimo debe ser un abastecedor o una alacenita, y dependiendo de las características del barrio y del establecimiento, definitivamente será un mini super.
Un poco de deporte como otro ejemplo. Cuando yo me criaba los futbolistas usaban una bola para jugar; me imagino que ruedan igual pero ahora emplean pelotas, balones y hasta esféricos.
¿Qué empresa puede considerarse seria en la actualidad si no es una corporación? ¿O acudiría usted acaso a un abogado o un contador público que no sea fulano de tal y asociados?
¿Y qué me dicen de tienda (léase boutique), botica (léase farmacia), o carnicería (léase centro de carnes).
No conozco ninguna razón de peso más que la fuerza de las modas, el afán de notoriedad y la bombetada para haber echado al cesto del olvido todos estos términos y empezar a recurrir a expresiones forzadas y rimbombantes.