No hay político ni funcionario ni costarricense alguno que no se sienta orgulloso de la CCSS(modelo de seguridad social en Latinoamérica) y no esté dispuesto a dar la vida por ella.
El amor es tan apasionado que trabajadores y profesionales de la CCSS han anunciado ya una huelga “indefinida” con el compromiso de atender, eso sí, -¡oh solidaridad humana!- las emergencias. Este anuncio ocurre precisamente, ahora, cuando se denuncia(Vid. ElFinanciero de esta semana) su patética gestión interna(desde hace años), su quiebra técnica, la escasez de información para la toma de decisiones, su politización(de vieja data), un sistema tecnológico inadecuado(y mal usado), las deudas del Estado(¢421.000 millones), las descomunales granjerías de los grupos de presión y el abuso de las incapacidades(20 días en promedio) de los empleados(12,5% del total reportados a la CCSS)'
En su informe del 2008, la Contraloría advirtió sobre las deficiencias en la aprobación de los estados financieros, el insuficiente análisis, la débil cultura contable, la falta de monitoreo y de control. El 70% de los gastos anuales se destinan al pago de planillas y, ¡horror de horrores!, en el cuatrienio anterior(2006-2010, el de la mesa servida), se crearon 9.000 plazas, que tuvieron una incidencia directa sobre el déficit desde el 2007. La lista continúa, pero con lo dicho basta y sobra.
En conclusión, ciertos sectores aman tanto a la CCSS y la abrazan con tanta efusión que la ahogan(el abrazo del tigre) y, ahora, informados de su tragedia financiera, pretenden no solo exprimirla más, sino impedir cualquier medida razonable y factible de salvación. La Nación informó, ayer, por su parte, que los ojos y los corazones se dirigen al Estado para que pague las deudas con la CCSS. Sin embargo, este deber ineludible del Estado no debe encubrir la responsabilidad de quienes, en años anteriores, vieron los primeros meneos del tsunamito en esta institución y no actuaron a tiempo y a fondo.
Irresponsabilidad e impunidad, un dúo trágico, causa de la mayor parte de nuestros problemas. Lo proclaman con saña las calamidades actuales. Todas se originaron en tiempos pasados y ahora nos estallaron en la cara. Sus síntomas estaban a flor de pie, pero nos guiamos, al observarlos, por la sentencia inspiradora de los países subdesarrollados: “El que viene atrás, que arree”, encarnación de la falta de planeamiento, de la improvisación, de la indiferencia y del miedo a decidir ley en mano y con autoridad.
¿En qué ha consistido en Costa Rica, por años, gobernar? Una pregunta para pensar.