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Si las elecciones municipales del pasado domingo hubiesen sido un partido de futbol, habrían sido lo más parecido a un sensacional enfrentamiento entre el Real Zapote y el Tulín de Turrubares: canchas abiertas, mucha patada y mentonazos de madre y solo un puñillo de gente en las graderías (familares y novias) gritando tonteras. Dejémonos de vainas: las elecciones fueron poco más que un choque entre maquinarias electorales de partidos políticos, con el condimento adicional de unos cuantos fiebres votantes que, a pesar de que la cosa fuese entre el Tulín y el otro, siempre acuden a las urnas.








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