David, un adicto a la figuras de acción de Toms River y quien vive en Nueva Jersey, tiene más de 3.000 figuras, por valor que sobrepasa los $60.000. Se pasa 30 horas a la semana jugando con sus muñecos, ordenando su colección y revisando los videos referentes a su “pasatiempo” en YouTube.
Si bien es un hecho que el consumismo y el hedonismo imperantes en EE.UU. hace que sus ciudadanos gasten más de $ 75 mil millones de dólares al año en sus aficiones, también es cierto que hay quienes han llegado demasiado lejos y están a punto de perderlo todo, incluido sus familias, todo por esta obsesión.
La esposa de David, Bárbara, cree que él está mucho más casado con los juguetes que con ella. Tienen dos hijas y ningún ahorro.
David insiste con frecuencia en que la familia debe recortar su presupuesto para ropa y comida, pues así puede gastar más en juguetes: tal parece que nunca será suficiente.
Tanto Bárbara como la madre de David han intentado persuadirlo por todos los medios para que dedique más tiempo a su familia y menos a su hobbie , pero todo ha sido en vano.
Entonces no les queda otra alternativa que acudir al Dr. Jeremy Spiegel, psiquiatra certificado adicciones, con el fin de que él saque a David de una adicción que, vista de lejos, podría parecer inofensiva y hasta divertida.
Pero tras observar la reacción de David cuando se entera de que básicamente está siendo objeto de una intervención, como las que reciben los drogadictos o los ludópatas, queda en evidencia de que su problema no tiene nada de divertido ni de banal: él reacciona furioso y casi recurre a sus prácticas de karate para atacar al especialista.
Finalmente, cuando se calma, guía a Jeremy a través de su nueva colección y es entonces cuando tanto el médico como la teleaudiencia, lograrán conocer la dimensión del trastorno de Dave.
Pero él no está solo. Alex Condon tiene 62.000 tarjetas de béisbol, todas del mismo jugador, el poco conocido Andy Van Slyke. A los 39 años, Alex vive en la casa de su madre en Bayville, Nueva Jersey. Ha cubierto las paredes de su dormitorio infantil con la colección, a la que le dedica tanto tiempo que no ha sido capaz de terminar los estudios de administración que inició cuando apenas tenía 16.
Desesperados, su madre y su hermano recurren al terapeuta Tom Kersting. ¿Podrán lograr entre todos los allegados a estos hombres, que sus mundos al revés den, finalmente, el viraje salvador?