En 1997, Olman Céspedes, era gerente de una empresa y tenía la vida resuelta detrás de un escritorio. Pero en su conciencia, algo le incomodaba.
Muy dentro de él se gestionaban las ganas por salir de esa zona de confort. Determinado a tener éxito, ansioso por no trabajar para alguien más, renunció.
Su esposa, Yamileth Saborío, cuenta que al principio la decisión no le parecía muy sensata. En especial, porque no sabía hacia donde iba el camino que su esposo quería recorrer y cómo lo iba a hacer.
Céspedes había notado una situación particular: no había centros de servicio de baterías para autos, que fueran agradables y que dieran confianza.
Según lo que recuerda, la búsqueda de una batería solía terminar en talleres feos y algo tenebrosos de los que salía un hombre alto y robusto, con los brazos cubiertos hasta el codo de grasa y en overol.
Así, se enfocó en crear una tienda de baterías que no espantara a la clientela y fuese amigable con los no entendidos en temas automotrices.
El proyecto se convirtió en Súper Baterías, hoy un negocio con 36 tiendas en Costa Rica y cinco en Panamá.
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Al inicio, don Olman nombró las tiendas de acuerdo a la zona: Súper Baterías San Sebastián; Súper Baterías Desamparados y así. Cuando la empresa creció optó por un nombre que englobara todo.
La primera tienda se estableció en Hatillo, con la oferta de dar un buen servicio y que a la vez fuera económico para esa zona josefina.
El incipiente negocio pintaba bien hasta que un día el propietario recibió una llamada que, hasta el día de hoy, cuando habla de ella, se le nubla la mirada con lágrimas y se le corta la vos.
“Se metieron a robar a la tienda. Nos dejaron sin nada. Alguien entró por la parte de atrás y se llevó todas las baterías del local”.
Don Olman salió de su casa lo más rápido que pudo. Cuando llegó al local le preguntó a un asustado y monosilábico Raúl, el dependiente que debía abrir el negocio, qué había pasado allí. Pero el robo fue de noche y nadie vio nada ni tenían sospechas.
Céspedes, poco a poco, comenzó a repelar el murmullo vecinal conforme las teorías aumentaban sobre lo que había pasado.
De repente, llegó un camión con cajón de madera que se parqueó al frente. El hombre que manejaba el camión se bajó y caminó en dirección a la tienda.
“¿Cómo está señor?”, preguntó. Don Olman respondió muy enojado, algo que no recuerda.
El visitante se disculpó y le dijo que no estaba ahí para molestar, sino para “eso” y apuntó con el dedo hacia abajo: en una esquina, permanecía intacta una batería con una etiqueta de ¢25.000. Nadie la había visto.
“Yo soy creyente y para mí, que ese señor llegara entre tanto caos y que él viera esa batería, era una señal. Para mí, fue una indicación de que debía seguir adelante con mi negocio”.
Así, pese al robo, Súper Baterías continuó.
Cuando la idea del negocio surgió, hace 18 años, lo primero que hizo don Olman fue conseguir un lote de baterías, y para promocionarse, hizo volantes en los que ofrecía sus servicios.
Para hacer los flyers , iba a una fábrica donde compraba resmas, luego a una imprenta a cortar el papel, y terminaba escribiendo en las hojas sus datos personales.
“Yo me llevaba a los chiquillos a escondidas de mi esposa, porque a ella le parecía muy peligroso que anduvieran entre tanto carro; porque los volantes los dábamos en la calle y los dejábamos en los parabrisas”, recuerda.
También, ofrecía servicio a domicilio, que en ese entonces era algo que solo las pizzerías tenían.
Su hijo Andrés, recuerda muy bien la rutina de los sábados y los domingos: primero desayunaban, luego pasaban a una casa a instalar una batería y en la tarde tocaba ir a otra casa a seguir instalando hasta que oscureciera.
Don Olman usa sólo una palabra para describir todo esto: “precioso”. La nostalgia de recordar aquellos días donde el ácido de la batería le quemaba los jeans, o el cansancio en los pies lo hacia por un segundo cuestionarse si había tomado la decisión correcta; la resuelve con solo mirar por un segundo a su alrededor y a su negocio.
Este “precioso” esfuerzo es hoy Súper Baterías, una empresa consolidada como líder a nivel nacional y que, por el momento, no opera como franquicia.
El sueño de don Olman y su familia es seguir expandiéndose hacia otros rumbos, para el Norte tal vez.
Una de las tantas vigas que sostiene a la firma es su lema: “el concepto de familia viene intrínseco”. De hecho, Andrés es su mano derecha en la administración de las tiendas en el país.
Por su parte, Yamileth, su esposa, llegó un lunes a la oficina para remplazar momentáneamente a la secretaria, pero contestó una llamada y nunca se fue.
Más tarde, el reto fue mantener un matrimonio estable a pesar de tener que compartir las cuestiones de trabajo.
Ellos lo hacen ver fácil, quizá porque reiteran la palabra “respeto” en cada oración, cuando responden cómo hacen para que todo funcione.
Los valores de la empresa son fundamentales para mantener un ambiente de trabajo controlado: superación, unión, perseverancia, esfuerzo y respeto.
Hoy Súper Baterías tiene alrededor de 200 empleados a los que don Olman, considera su segunda familia.
Todos reciben una capacitación sobre el conocimiento de producto, técnica de venta y servicio al cliente.
Por lo general, hay reuniones con empresarios y en ellas hay una anécdota que a Céspedes le gusta contar.
Cuando andaba en su camión, llevaba tantas baterías que a ratos el cajón , por el pso, se levantaba a unos centímetros del suelo. Un día de esos llegó donde un estadounidense que lo había llamado para un servicio.
Después de instalar la batería y cobrar, el señor le dio una propina de $100.
Para ese entonces era demasiado dinero. Hoy el empresario concluye que esa persona vio que él amaba lo que hacia, “y eso se nota y se premia”.
Ellos cumplen con la norma ISO 14001, con la cual las compañías certifican su sistema de gestión ambiental. Además, en el 2010, Súper Baterías recibió el galardón de la Cámara de Comercio de Costa Rica, como comercio del año.
Detrás de su silla, Olman Céspedes tiene un mueble en el que conserva este reconocimiento, junto a muchos otros que su labor empresarial le ha otorgado.
Su oficina es un lugar que refleja su personalidad; la que lo sacó de su zona de confort para ser dueño de las decisiones que toma en su vida.
Para tener tiempo de calidad con su familia y para ser un hombre ejemplar. Porque a pesar de que el negocio crece, el ego no.
Las paredes de la oficina de don Olman son de vidrio, y no es una decisión dejada al azar mostrar tanta transparencia.
Son así, porque detrás de él y su familia, no hay secretos ni batallas de las que se puedan avergonzar; hubo una idea, trabajo duro y fe.